Detalle de la torre de La Seo
La catedral de la Seo aparte de su riqueza arquitectónica que nadie puede discutir, por la variedad de estilos que la componen, tiene para mí una especial relación que desde muy chico me ha despertado mucha curiosidad.
Es el primer monumento que recomiendo a los que visitan nuestra ciudad ya que en mi opinión a partir de su reapertura la belleza que destila este edificio es difícil de superar.
La historia de este monumento está relacionada con la de mi familia, ya que mi abuelo fue campanero de La catedral y mi madre se crió en la casa de al lado, en la que en la actualidad se encuentran las oficinas del Cabildo metropolitano de Zaragoza.
El trabajo de los campaneros que, salvo en muy pocos casos, acabó desempeñándose por seglares, tuvo una gran importancia en el pasado. Este oficio requería “mucho oído” al tener que apreciar los sonidos y corregirlos acelerando o ralentizando la velocidad del golpeo de las campanas. Los sonidos debían de ser diferentes según lo que se anunciaba y alcanzar esa destreza era muy complicado. Después con la guerra tuvo que dejarlo para sacar a su familia adelante pero él siempre se sintió campanero.
Mi madre se crío en esta plaza y siempre nos ha contado anécdotas de esa época, nos hablaba de una fuente que ahora no se encuentra allí porqué se trasladadó a la plaza del Justicia, La Fuente de la Samaritana, dónde los niños se reunían para jugar.
Mi primer recuerdo es mis visitas obligadas a la catedral a ver el busto de San Valero, cada 29 de enero. Eran días de mucho frío y la catedral era oscura, nada que ver con la luminosidad que encontramos en la actualidad.
Os recomiendo que de vez en cuando entréis a disfrutar de este maravilloso monumento ya que cada día descubres una visión diferente según la hora de la visita y si puede ser con poca gente para disfrutar del silencio.
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