GARCÍA, Mariano - Zaragoza casi no marca las horas

Zaragoza casi no marca las horas

El popular reloj del Coso ha dejado de sonar, por las quejas de los vecinos, y hace poco hizo lo mismo el reloj del Mercado Central. Zaragoza está perdiendo rápidamente su patrimonio histórico sonoro

La ciudad de Zaragoza está perdiendo patrimonio sonoro a velocidad de vértigo. Quien paseara por la calle hace tan solo cuatro o cinco décadas podía poner el reloj en hora en cualquier punto de la ciudad. Las iglesias y sus campanas, los carillones y relojes de instituciones públicas y privadas, ponían sonido al paso del tiempo.

Pero eso parece conciliarse mal hoy en día con el descanso de los vecinos, y poco a poco estos instrumentos están cayendo en desuso. La última víctima es el reloj del Coso (en el número 42 de la calle, donde estaba el restaurante Savoy), que ha dejado de sonar. Al parecer, las quejas vecinales han hecho que enmudezca, y desde hace unos meses ya no da las horas.

Así lo reconocían ayer desde la firma Pérez de Mezquía, una referencia en el campo de la relojería industrial española, donde se limitaron a decir: "El reloj se restauró hace 3 o 4 años, con cargo a Caja Navarra (la institución financiera tiene en la planta calle la dirección regional y la oficina principal en Zaragoza). Se le puso cuerda nueva y se le cambió la sonería. Estaba perfecto. Hace unos meses nos pidieron que se anulara, y así lo hizo".

El pulso sonoro de la ciudad.

El reloj, de tres campanas, de la casa victoriana Viuda de Murúa, solo sonaba de día y daba los cuartos (dos campanadas), las medias (cuatro) y los menos cuartos (seis). Para las horas en punto, tocaba cuatro cuartos más el número preciso de horas, y se volvía a repetir dos minutos más tarde.

Uno de los que más ha lamentado la desaparición de este sonido popular y antiguo (se estima que el reloj empezó a oírse en la ciudad a finales de los años 20) es el carillonista Ignacio Navarro. "A mí este tipo de noticias me dan mucha pena, porque se trataba de un sonido simbólico, que se escuchaba por toda la zona del Coso y la calle de Alfonso, y en cierta medida marcaba el pulso de esa zona de la ciudad. Estamos perdiendo la cultura sonora de Zaragoza. Las campanas son uno de los medios de comunicación más antiguos que ha tenido el hombre, servían para marcar el tiempo y para llamar a entierro, boda, guerra o fuego. Para mí el reloj del Coso era importante, tanto, que cuando daba un concierto con el carillón de la DPZ lo retrasaba un par de minutos para dejarlo sonar".

Otro de los relojes que ha enmudecido, y este hace menos de un año, ha sido el del Mercado Central, también por las quejas de los vecinos. Y hace tan solo unos días se detectaba que ha dejado de sonar la campana de las horas del Pilar, al parecer por una avería del mazo que la golpea. Manuel Almor, deán del cabildo zaragozano y vicario general de la archidiócesis zaragozana, aseguraba ayer desconocer este extremo, aunque se mostró rotundo: "Si eso es cierto, se procederá a reparar la avería de inmediato", dijo.

Y no es para menos, porque en el Pilar los cuartos se dan con el carillón que regaló Correos en 1940, pero las horas las toca una campana histórica, la " de los Sitios". Se trata de la más bonita y simbólica de la ciudad, pero también de un pequeño "monstruo" de 6.165 kilos de peso, que durante la Guerra de la Independencia, desde la Torre Nueva, donde estaba instalada, avisaba con sus toques de la orientación de los ataques franceses. Cuando se trasladó al Pilar se avisó a los vecinos de que reforzaran las bodegas. Y algunas se hundieron a su paso.

Un carillón alemán

Uno de los sonidos históricos que también parece amenazado, aunque resiste, es el reloj de la iglesia de san Gi. Los cuartos se tocan con dos campanas históricas, una de ellas gótica, y las horas con otra del S. XVIII. Funciona, también, aunque con carácter simbólico y no con la frecuencia original, la "Campana de los Perdidos" de la iglesia de San Miguel. En los días de tormenta y niebla servía para orientar a los zaragozanos que se perdían regresando a la ciudad. Sus 33 campanadas suenan una vez al día.

Pero la lista de pérdidas es, año tras año, más amplia. Y algunos sonidos acaban cayendo en un olvido espeso. Como el del carillón alemán que tenía Ibercaja en su sede de la calle de San Jorge, y que pocos zaragozanos recuerdan ya.

GARCÍA, Mariano

El Heraldo de Aragón (30-07-2012)

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