Cuarenta campaneros se reúnen en la cita anual que ‘rompe’ el silencio
En aquellos tiempos en los que comunicarse a través de ‘tweet’, ‘whatsapp’ o móvil era algo de ciencia ficción, las campanas eran un medio de comunicación e información esencial. Villavante celebró ayer el encuentro nacional de campaneros, en su edición número 26, y que recuerda un oficio y antiguas tradiciones. La iniciativa es promovida por la asociación Guays y la Escuela de Campaneros de Villavante.
A la cita acudieron alrededor de 40 campaneros llegados de diferentes provincias para tañer en mil repiques las campanas. No hay reglas para participar en este encuentro, la única condición es saber ‘hacer sonar’ las campanas. La organización tampoco marca estrictamente la duración, aunque lo ideal siempre es alrededor de un minuto. Uno a uno los participantes repicaron las campanas en diferentes melodías demostrando un arte prácticamente extinto.
Entre las novedades de este año destaca la participación de una mujer en el encuentro. Una novedad en el encuentro, ya que hasta el momento nunca antes había participado una mujer. Tradicionalmente el oficio de campanero estaba reservado para los hombres. Además, tuvo lugar el hermanamiento con una asociación similar de la localidad valenciana de Onteniente.
El encuentro continuó con la actuación de bailes regionales, un desfile de pendones y una gran paellada en la que participaron todos los asistentes.
Las campanas no sólo servían para anunciar los oficios religiosos. Repiques característicos informaban a los vecinos de muertes, nacimientos y alertas. Hasta no hace mucho tiempo, los vecino oían el toque ‘a muerte’ y reconocían si el fallecido era un hombre, una mujer o un niño. Precisamente, el repique por la muerte de un niño, el del ‘din don’, era uno de los más tristes.
En Villavante, además tenían un característico repique de campanas que era el de ‘a nube’ que servía para ‘espantar la piedra’ y que el campo no fuera arrasado por las tormentas y granizos. Este repique está ligado a una creencia religiosa y una leyenda de la localidad ligada a Santa Bárbara.
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