LLOP i BAYO, Francesc - Nuestras campanas (25) - La iluminación de las torres

Nuestras campanas (25)

La iluminación de las torres

A veces, cuando hablamos, los campaneros nos encontramos con temas que nos despiertan sentimientos contradictorios. La iluminación nocturna de los campanarios es uno de esos temas. Por un lado nos gusta mirar, cada vez que pasamos junto a una torre, y ver las campanas y alguno de esos pequeños cambios imperceptibles que sólo los especialistas o los apasionados podemos detectar: un badajo desplazado, el cambio de unas correas o las mejoras de una instalación. Por eso nos gusta que, también de noche, se pueda ver no sólo la torre sino las propias campanas. Sin embargo, cuando pensamos en las tradiciones, que queremos conservar aunque adaptándolas a nuestras circunstancias, las torres iluminadas nos molestan mucho y ahora explicaré por qué.

Es sabido que, en la sociedad tradicional, los toques de campanas marcaban el paso del tiempo a lo largo de la jornada, es decir a lo largo del paseo diario del sol, cuando la luz acompaña e invita a trabajar y a vivir.

Tras el Último toque de oración, en recuerdo a los difuntos, la gente volvía a sus casas y las calles, plazas y edificios, permanecían a oscuras, hasta la mañana siguiente. La iluminación pÚblica no sólo era costosa por la tecnología existente, sino que se reservaba para las grandes ocasiones. Las propias hogueras no se quemaban, como ahora, para acabar un día de fiesta, sino que se hacían la noche de antes, para prolongar la luz de la jornada, y reunir a la comunidad en ese no - tiempo que es el de la fiesta. Las iluminaciones de monumentos, iglesias y palacios sólo quedaban para las grandes ocasiones extraordinarias: una canonización, la coronación del Señor Rey, una victoria sonada....

Los grandes campanarios, como el de la Catedral de València, tenían un toque especial, llamado "de llumenàries", que duraba ese escaso intervalo de tiempo en que los principales edificios de la ciudad lucían engalanados y brillantes en la oscuridad de la noche.

Con las facilidades de la iluminación artificial, el alumbrado de los campanarios ha cambiado de manera radical. Es cierto que en los primeros tiempos de la electricidad se emplearon las bombillas de manera similar a las antiguas "Alimares", iluminando de manera efímera campanarios, fachadas y edificios, durante ciertas fiestas solemnes, como ocurrió en 1923, año de la Coronación.

En los Últimos tiempos se ha llegado a un absoluto (y creemos que innecesario) abuso de la iluminación de campanarios y de las correspondientes salas de campanas. No sólo se ilumina la torre para las fiestas del barrio o del pueblo, sino que altas instituciones (ayuntamientos de ciudades, incluso alguna Conselleria de la Generalitat) subvencionan o pagan íntegramente la iluminación permanente del campanario y de las campanas, durante todas las noches del año. Creemos que es un abuso que se puede evitar.

Para resolverlo vayamos a ejemplos del centro de Europa, donde tanto los católicos como los reformados limitan la iluminación a ciertos tiempos fuertes del año litÚrgico, permaneciendo no sólo las torre sino los propios templos tenuemente iluminados en cuaresma y adviento, y reservando los focos nocturnos para el tiempo de la Pascua y de la Navidad, que entre nosotros cabría ampliar Únicamente al tiempo especial de las fiestas patronales. Porque, si todas las noches iluminamos como si fuera fiesta, ¿cómo vamos a señalar cuándo son las solemnidades mayores?

Francesc LLOP i BAYO
(Publicado en "Iglesia en Valencia" nº 512 - 15/03/1998 f. 10)
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