Diario de Navarra - Las campanas del Monasterio de Irache suenan otra vez tras siete años de silencio

Las campanas del Monasterio de Irache suenan otra vez tras siete años de silencio

Un sistema de motores eléctricos permite escucharlas de nuevo cada domingo

Los vecinos de Ayegui escuchan de nuevo estos días un sonido añorado en los Últimos tiempos que en otra época resultó familiar para ellos. Calasancia, Veremunda y Elvira, las tres campanas del Monasterio de Irache, repican de nuevo cada domingo tras siete años de silencio. Un sistema de motores eléctricos recién instalado ha permitido el regreso a la torre herreriana de un tañido que permanecía mudo desde 1996. Ese año, dejaron de tocarse de la forma manual que las había hecho sonar hasta entonces. En vísperas de la pasada Navidad, su sonido ha llegado otra vez a los vecinos del municipio en el que se enclava el monasterio y a quienes lo visitan cada día.

La empresa Construcciones Zubillaga, responsable durante el pasado año de una nueva fase de obras de consolidación acometida por el Gobierno de Navarra en el monasterio benedictino, asumió también el encargo de electrificar las campanas e instalar el sistema que las programa para que suenen cada domingo media hora antes de la misa de 11. La actuación se ha llevado a cabo en el marco de unos trabajos de restauración centrados a lo largo de los Últimos meses en la fachada barroca y en el atrio.

Entre los andamios presentes todavía en la torre de Irache, las tres campanas repicaron por primera vez al unísono tras un paréntesis de siete años el domingo 21 de diciembre. Lo hicieron también el día de Año Nuevo, como el resto de iglesias navarras del Camino de Santiago, y a modo de bienvenida al Año Santo Jacobeo que acaba de tomar posesión del calendario.

Años de volteo manual

Cuatro décadas vinculado al Monasterio han hecho de Carmelo Ciordia Azanza, responsable de atender la zona de culto y del control de visitas, un conocedor de sus detalles. En este vecino de Ayegui, guarda del monumento benedictino, recayó durante años la responsabilidad de voltear a mano las campanas, una labor que precisaba la ayuda de otras personas vinculadas a Irache. Las tres llegaron a la torre con los Escolapios, que se hicieron cargo de Irache a finales del siglo XIX. Durante sus casi cien años de presencia, las Escuelas Pías pusieron en marcha un centro de estudios de Filología y Filosofía que cerró sus puertas en la Navidad de 1984.

Calasancia, la mayor de las campanas con 1.100 kilos de peso, debe su denominación a San José de Calasanz, fundador de la orden escolapia. La mediana, de 120 kilos, se llama Veremunda en honor a San Veremundo, abad del monasterio en el siglo XI, y la más pequeña, de 80, responde al nombre de Elvira. «No sabemos porque se decidió llamar Evira a la más pequeña. La gente solía decir que las campanas de Irache sonaban de forma diferente y era una pena que no se escucharan como siempre», explica Carmelo Ciordia.

El guarda del monasterio recuerda que, en 1963, nuevos yugos de hierro sustituyeron a los antiguos de madera. «Entonces, los escolapios las volteaban a mano. Para la grande, de media vuelta, hacían falta dos personas y de las otras dos, de vuelta entera, se encargaba una», añade. Algo más de tres décadas después, a finales de los noventa, las campanas de Irache vivieron un nuevo episodio. En 1996, con el arreglo de la torre, se volvió a los yugos de madera y se repararon las grietas que habían aparecido en la mayor.

Sin poder acceder

Hasta ese momento, una altura prácticamente al mismo nivel de las campanas había permitido al guarda del monasterio alcanzar el Último cuerpo de la torre, el que da cobijo a las campanas, y asumir el volteo manual hecho en otro época por los escolapios. «Con la restauración de la torre, ese piso se sustituyó y dejó de ser posible llegar hasta las mismas campanas, que quedaron muy elevadas para que yo pudiera tocarlas. Desde entonces hasta esta Navidad no se habían vuelto a escuchar y la gente se ha llevado una alegría al oírlas otra vez estos días», cuenta el guarda del recinto monacal.

Durante los años de repique manual, Carmelo Ciordia contó en su papel de campanero con la ayuda de un grupo de voluntarios formado por varias personas de Estella que ascendían con él hasta la torre para hacerlas sonar. Los motores eléctricos evitan ahora este esfuerzo y delegan la responsabilidad en un sistema programado para todos los domingos del año.

En los días festivos que no caen en domingo o en las ocasiones especiales como lo fue el 1 de enero con el inicio del Año Santo Jacobeo, el propio guarda de Irache se encarga de acudir hasta el monasterio para accionar el sistema de sonido. Aunque el 14 de diciembre sonó ya la más pequeña, las tres campanas juntas no lo hicieron hasta una semana más tarde.

"Diario de Navarra" (09/01/2004)
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