COBO, A. - El arte de tocar las campanas

El arte de tocar las campanas

Vierna rinde su particular homenaje a este oficio con el encuentro nacional de tocadores

El barrio de Meruelo celebra en las Fiestas de San Bartolomé su encuentro nacional de tocadores, que consiguen hacer música de estos elementos metálicos - Autor: SANE, SAN EMETERIO RUIZ, Antonio
El barrio de Meruelo celebra en las Fiestas de San Bartolomé su encuentro nacional de tocadores, que consiguen hacer música de estos elementos metálicos - Autor: SANE, SAN EMETERIO RUIZ, Antonio

Saúl Pérez pasa de tener entre sus manos un móvil de última generación a tocar con intensidad unas campanas al toque de fiesta. Tiene 18 años. Y con fuerza, y mucha maña, convierte los sonidos metálicos en tañidos del recuerdo. De la tradición. Lo lleva haciendo desde que era un niño. «Empecé a aprender a tocar las campanas con seis años». Le enseñó un «maestro» de este arte de su pueblo (Santa Eufemia del Barco, en Zamora) y ayer, en Vierna, demostró que este oficio aún sigue vivo en las nuevas generaciones. «Se trata de demostrar que se puede crear música con las campanas», dijo.

Y eso es lo que hicieron los tocadores que ayer se dieron cita en el festival que cada verano, coincidiendo con las fiestas de San Bartolomé, organiza el fundidor de campanas Abel Portilla en este barrio de Meruelo. «Lo que pretendo es que los oficios antiguos y, en particular, los tocadores de campanas no desaparezcan», explica. Es decir, rescata a los campaneros del olvido al que han sido relegados por 'culpa', en parte, de las nuevas tecnologías.

En el encuentro se dieron cita campaneros llegados desde distintos puntos de España. De Valencia, Zamora, Navarra, País Vasco... Cada uno trajo a la escena actual un sonido diferente. Cada uno con su propio estilo. Y cada toque con un significado. Y es que antaño las campanas de los pueblos se tañían para anunciar distintos acontecimientos. Y cada uno lleva asociado su propia melodía. Se escuchó el toque a fiesta, a fuego, a difuntos, del Ángelus, a tentenublo... Este último anunciaba que las nubes iban a descargar tormenta de un momento a otro. Para alejar los granizos, y que no echaran por tierra las cosechas, repicaban las campanas.

Los niños miraban hipnotizados las actuaciones. Les cuesta entender que lo que escuchan tiene un significado. Algunos padres trataban de explicárselo. A medida que avanzaba la sesión alguno se tapaba los oídos con las manos. «Se escucha muy alto», dice una pequeña sentada en el campo a un lado de las enormes campanas. Mientras, los más mayores murmuraban, entre una actuación y otra, que las melodías les hacían recordar su infancia, sus lugares de nacimiento, a sus familias...

A ese viaje al pasado contribuyeron Bonifacio y Jon, procedentes de Álava, que agarraron la cuerda de las campanas para tocar a fiesta y tentenublo. Ambos valoran este tipo de encuentros pero reconocen que «el oficio ya es casi imposible recuperarlo». Ellos aprendieron siendo críos. «Venimos de un pueblo pequeño y la costumbre era que cada mes tocaba a una casa hacer de campaneros». Rotaban todos. Bonifacio recuerda que aprendió tocando con dos cucharas encima de la mesa los días de invierno. «Las campanas no se podían utilizar para ensayar».

COBO, A.

El Diario Montañés (24-08-2014)

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