DIVAGANTE - Bim, Bam y Bum

Para el cuentito de los sábados, una historia bella, de cómo a veces el orden establecido para mantener la armonía es indispensable; cuando cada uno hace la parte que le toca, todo funciona.

Esperando que les agrade queridos.

Bim, Bam y Bum

Las tres campanas de nuestra historia vivían en paz y armonía en la misma estancia. Una hermosa y alta torre en la bella iglesia de un pacífico pueblecito.

Bim la campana más pequeña sonaba por las mañanas, su alegre sonido parecía llenar de ánimo y gozo, al escucharla todos se apresuraban alegres para realizar sus trabajos cotidianos.

Bam era la campana mediana. Su tranquilo sonido al medio día, te llevaba al descanso para tomar un momento, para agradecer y quizá un pequeño refrigerio y comida degustar o simplemente agradecer por lo recibido.

Bum era la mayor en tamaño, su grave voz llena de solemnidad y de fuerza llamaba a la tranquilidad y al recogimiento por la noche, cuando ya estás dispuesto al descanso de la jornada, es tan placentero escucharla y saber que tu día fue bueno.

Los domingos en cambio son especiales, particularmente las tres sonaban al unísono, día especial el domingo, de compartir en familia y de descanso, acompañar los momentos del desayuno almuerzo y cena escuchando ese alegre trío es lo mejor... sonaban las tres juntas, y entonces lo hacían maravillosamente.

Así había sido siempre, desde que existía el pequeño templo y esto era desde hacía ya trescientos años.

Así hubiera también seguido; de no haber dicho un día Bim:

— A partir de mañana soñaré yo al medio día, y Bum podrá sonar por la mañana.

—¿Qué se te ocurre? —gritó Bam, aterrada— ¿Esto sería en contra del orden establecido.

—¡Qué me importa a mí el orden! — replicó Bim testaruda.

—Pero Bim - dijo Bum con su profunda voz . —Mañana es domingo.

Esto no conmovió a Bim.

A la mañana siguiente se puso tan rígida, que el sacristán, que tiraba de la cuerda, tuvo que hacerlo con todas sus fuerzas. A pesar de sus esfuerzos, ningún sonido salió de la campana.

—¡Bim! ¡Bim! —llamaron en voz baja Bam y Bum.

El sacristán tiro de nuevo, luego perdió la paciencia y volvió a tirar con más fuerza... y ¡crac! ..., entonces se rompió en dos la cuerda de la campana.

Bim dio un solo y malicioso sonido y se detuvo, inclinada, y completamente rígida, en su travesaño.

—¡Bim! ¡Bim, Dentro de una hora será la hora de misa ! — se lamentaban Bam y Bum —.

—¿No querrás dejarnos en vergüenza , verdad?

Pero Bim permaneció silenciosa, sin moverse. Las manecillas del reloj siguieron avanzando como si nada malo hubiera ocurrido, y entonces sucedió algo inaudito.

Cuando hubieron sonado las nueve Bam y Bum tuvieron que anunciar ellas solas la solemnidad, sin la ayuda de Bim.

Esto sonaba tan extraño y triste que toda la gente miró hacia la torre de la iglesia.

Los tonos revoloteaban tan inseguros de la torre como pájaros deslumbrados por el sol.

Oscilaron por sobre el pueblo y se posaron en los árboles de las colinas cercanas.

No, estos no eran en verdad los sonidos propios de los domingos, y, sin embargo, se esforzaban Bam y Bum tanto cuanto podían.

Bim no se sentía tampoco muy satisfecha de sí misma, pero no podía decidirse a volver atrás de su rígida e inclinada postura, ¿cómo echarse para atrás? La tacharían de cobarde y se burlarían... pero su corazón de campana sentía ya algo de remordimiento.

Luego llegó hasta la estancia de las campanas, como cada domingo, el sermón... hasta arriba se podía escuchar las palabras fuertes y claras.

—¡Qué bello y agradable es ver cómo viven los hermanos bien avenidos!

—Así comentaba el padre desde el púlpito.

—Bam y Bum escuchaban en silencio—, y Bim sintió ahora tan profundo el remordimiento en su corazón, que abandono su rígida postura y se inclinó humildemente.

En medio del sermón se oyó ahora un claro tañido de campana.

Todos los fieles lo oyeron, y también el señor cura. Se interrumpió por unos momentos, y sonrió ligeramente.

El sacristán, empero subió presuroso la escalera de caracol, llevando consigo una larga cuerda.

Entonces pudieron sonar de nuevo juntas las tres campanas. Estaban tan contentas, que cantaban de júbilo. Claramente podía escucharse ahora su canción:

¡Qué bella es la paz¡

Lo mejor aquí abajo

!Oh, sí reinará ella en la tierra ¡

En la estancia de las campanas estaban ahora todas de nuevo contentas.

Bim continuaba sonando con su alegría habitual por la mañana.

Bam al medio día nos indicaba generosa la hora de tomar descanso y Bum al anochecer siguió dándonos las buenas noches como un buen guardián ...

Los domingos, como desde hacía cientos de años sonaban y repiqueteaban alegremente las tres juntas.

¡Lo cual era verdaderamente maravilloso!

A.k.

Adaptación DIVAGANTE @deliha25

SPD Noticias (25-10-2014)

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