Cuando este mediodía cruzaba la pasarela maravillosa que sobrepasa la antigua Puerta de Tejería, para rato pensaba yo que, poco después, iba a estar en las torres de la Catedral, concretamente en la norte (la de la dcha).
Teníamos algunos hermanos una cita con Ana, vecina de la calle Compañía, y que, como varios de nosotros, disfrutó de las enseñanzas de Sor Cecilia en La Casita ("cagonica del Asilo", por tanto), pero el azar hizo que se cruzara en nuestro camino Jokin, el campanero, quien amablemente nos invitó a hacerle una visita a la Campana María.
Hacía más de 55 años (desde mis tiempos de monaguillo en la Catedral) que no había subido físicamente allí y os podéis imaginar la emoción. Pero no sólo para mí. Para otras aún era mayor, ya que no habían subido nunca.
Tras superar los 130 y pico escalones, llegamos al recinto donde están las campanas y apreciamos las bonitas vistas que tiene Pamplona vista desde allí arriba:
Pero aún nos faltaba subir (151 escalones en total) a la plataforma sobre la que está instalada la María. Llegamos. Intentamos abarcar su perímetro, acariciamos su badajo, nos sacamos algunas fotos con ella y...
... Y empezó la locura. Los quéseyocuántos decibelios de sus más de 10 toneladas pusieron a prueba nuestros tímpanos. Yo, al tener las manos ocupadas con la camarica, me acordé de la mili, y abrí la boca para equilibrar el sonido que castigaba mis oídos. Pero es tremendo escucharla a medio metro, como veréis en las imágenes. Fueron 4 minutos que, por vuestro bien, os los dejo en 2 y bajando el volumen todo lo posible: Vídeo
Ha sido, por imprevista, una largo tiempo esperada visita a la Campana María, la que desde hace cinco siglos nos mece en su abrazo, y a la que con tanto cariño ha cantado Iñaki Lacunza.
Mil gracias, Jokin, pero otro día con auriculares.