El accidente sufrido por 'El Jaume' en el recinto de campanas del Micalet no es el único que se ha producido en la historia centenaria de la torre de nuestra catedral. No obstante, no hay noticia de que alguna de las campanas menores, al voltear, se haya desprendido de sus fijaciones y caído después a la calle. Ese grave tipo de accidente, sin embargo, sí que está consignado para la campana mayor de la torre, 'La Miquel', que nunca se voltea: el 16 de febrero de 1519 cayó a la calle, aunque no mató a nadie.
Con unas 16 toneladas de peso en origen, 'La Miquel' es la enorme campana del remate, causa de que la torre lleve el nombre popular de 'Micalet'. La campana es el fruto de un convenio entre el Cabildo y el Ayuntamiento, para que en lo más alto de la ciudad hubiera una campana-señal que, unida a un reloj, diera las horas destinadas a regular la vida laboral, civil y religiosa de toda la ciudad. La campana fue fundida en la plaza de la Almoina por tres maestros artesanos y apadrinada por la viuda del rey Martín el Humano, doña Margarita, y Francisco Gilabert de Centelles, conde de Oliva. La ceremonia, celebrada el día de Sant Miquel de 1418, dio nombre a la campana y a fin de cuentas a la torre entera.
La catastrófica caída a la calle de la campana mayor de la Catedral está contada al detalle en el Dietari de Jeròni Soria, un comerciante de la ciudad que ejercía de periodista y anotó para su cosecha los sucesos de cada día en la ciudad. Gracias a él sabemos que lo que ocurrió fue una tremenda tempestad que además de causar serios daños en el Marítimo y sus barracas descargó un rayo sobre el artificio de madera que sostenía la gran campana 'Miquel'. Todo el entramado, afirmado con cordajes de marinería, terminó por convertirse en una tea en llamas que, al derrumbarse, precipitó sobre la calle la gran campana de bronce, que por aquel entonces «sólo» pesaba 250 arrobas, unos 13.000 kilos.
Por fortuna no hubo desgracias personales. La campana arrastró parte de las barandas o 'apitradors' de la torre y los escombros causaron daño en los tejados de varias casas cercanas. Pero la masa de bronce cayo a la calle, produciendo un gran socavón. Ni que decir tiene que la ciudad entera se conmovió ante el desastre: en medio de la tempestad, miles de personas vieron arder como una tea la cumbre del Micalet y caer como una falla todo el artefacto. que aún tardó unos dos siglos en convertirse en el remate de piedra que hoy conocemos.
La campana 'Miquel' fue repuesta dos años después. Pero se quebró en otras ocasiones. Este tipo de avería, el quebrado o agrietado de una campana, son los más frecuentes en los campanarios. Las salidas de los goznes son averías más raras en unos mecanismos musicales que necesitan, sobre todo, la revisión y reposición de las maderas que configuran el yugo y los metales que le dan cohesión y fijeza.
Como ya se consignaba en el periódico del viernes, la campana 'El Jaume', averiada durante un toque el día de Navidad y desprendida de sus anclajes, se le atribuye una fecha de fundición de 1429, lo que la hace la segunda en antigüedad después de 'La Caterina', que es de 1305. También es la segunda más pesada, con algo más de tres toneladas, según Sanchis Sivera. Una prueba de los males que castigan a la mayoría de las campanas son las reparaciones que la historia consigna para la querida 'El Jaume', que fue viajera distinguida a la Expo de Sevilla: antes de la «puesta a punto» para el viaje de 1992, había sido reparada, en «lo capçal i ferraje» en los años 1440 y 1458, según consigna el estudioso Sanchis Sivera.
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