Las campanas de la iglesia no repicaron ayer en Poo de Cabrales durante la fiesta de la Magdalena. Era la primera vez en muchos años que se quedaban en silencio ese día. Francisco Inguanzo, el hombre que las hacía sonar como nadie en toda la comarca, falleció horas antes de que comenzara el "día grande". "Repicaba muy bien, como nadie", señalaba su vecino Antonio Posada, "y hasta lo venían a buscar para La Salud de Carreña".
La muerte de Francisco Inguanzo, que tenía 73 años y era el encargado de repicar desde hacía cuarenta, tras aprender de otro maestro, Francisco Villar, empañó la celebración, que incluyó la procesión de los ramos desde el barrio de Caiceda, la misa y los cantares de las mozas alrededor del ramu. Tampoco se subastaron este año los panes y el roscón. Una verbena cerró la celebración. Los niños Carmen y Pablo Fernández, Hugo e Iker del Cueto y Lucía Gómez, ataviados con trajes de porruanu y llanisca, aseguraban que lo mejor de la fiesta son "las orquestas y los puestos de juguetes".
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