Diario de Sevilla - Sólo una rasca el cielo

Sólo una rasca el cielo

El rascacielos de puerta triana

En 1182, justo ocho siglos antes de que dos sevillanos llegaran a la Moncloa, se terminó la construcción de la Giralda. La torre más alta de la ciudad. Turris Fortissima, se lee todavía bajo su campanario. La torre almohade se incorporó al credo dominante cuando la Mezquita "se cristianizó" en 1248, verbo que aparece en una de las Cámaras de la Giralda, donde se encuentra la lápida de Petrus de la Cera. Es uno de los caballeros que aquel año de mediados del siglo XIII contribuyó a que la mezquita se cristianizara.

Con unos y con otros, siempre fue la más alta, la más esbelta. Lo primero que ven los ojos de quien viene a la ciudad. Lo primero que buscan muchos de los que visitan por primera vez el centro histórico. Ayer la cola era un goteo incesante de personal, que eludía como podía el asedio de las gitanas del romero y la buenaventura. "No me lo desprecies, guapísimo, que desprecias al amor". La ascensión por las 34 rampas es un hormigueo de gente. Si la Giralda tuviera ascensor, no subirían tantos. Por ahí siempre le ganará la partida al más alto de los rascacielos. E incluso al más profundo de los rascasuelos: nada se parece tanto a una estación de Metro como este vaivén permanente de gente que sube y que baja, "despacito, que me duelen los pies".

Donde se inicia la escalada, una lápida recuerda el encargo del califa a su alarife Ahmed Ibn Baso; la otra da cuenta de la presencia de Juan Pablo II en este lugar en junio de 1993, con motivo de su segunda visita a la ciudad para participar en el Congreso Eucarístico. Hablan de Toledo o de Salamanca. A la gente que hace piernas hasta el campanario no le hace ninguna gracia la idea de un rascacielos que supere en altura a la Giralda. Como si el poder civil, no contento con haber asumido el timón del Giraldillo, quisiera dar ahora un giraldazo. "Si esto es lo más característico de Sevilla, hacer algo más característico es cosa que por antigüedad no le corresponde", dice Norberto Galán, comerciante de Oviedo, que visita la ciudad por primera vez. "No vine antes por el calor". Le ha encantado la subida y la vista. Regresará con el equipaje lleno de vivencias a su ciudad natal, la Vetusta de Clarín, la Oviedo donde Gerald Brenan situaba en el 34 el comienzo de la guerra del 36.

La Giralda es un mirador con veinte vistas. El mejor observatorio para comprobar los cambios de la ciudad, que gusta mucho de aparentar muchos cambios para disimular su inmovilidad casi congénita. Hicieron esta maravilla para que a sus autores los tomaran por locos y ahora les salen unos competidores que pretenden que futuras generaciones los tomen por majaras.

Los puentes son las catedrales del 92 y la joven visitante los va enumerando: "La Barqueta, el Alamillo". Esperanza Martín, 28 años, es de San José de la Rinconada, uno de los tres municipios, con Burguillos y Mairena del Aljarafe, donde Alfredo Sánchez Monteseirín fue concejal antes de ser alcalde de pueblo en Sevilla ciudad. "Yo de las alturas, la verdad, no soy muy partidaria. Creo que rompería la estética de Sevilla", dice la rinconera, profesora de Edudación Secundaria en San Fernando. En su pueblo la construcción más elevada es la torre del Cáñamo.

"Habrá que pensárselo más detenidamente", dice un camionero murciano que señala a Paqui, su esposa, como autoridad en la materia. Ella ha venido más veces desde la patria de Salzillo y da a entender que con rascacielos ella no vendría a la ciudad que en la Expo acogió el submarino de Isaac Peral y los productos de la huerta.

Sería un excelente guía turístico. "Poneros en los cuatro lados y habéis visto la ciudad entera". Los cuatro puntos cardinales desde la Giralda, que podrían ser el río, la plaza de toros, el Polígono Norte y el parque de María Luisa. José Luis Fernández López, 43 años, es agricultor en Madrid. Un alarde. "No en la capital, claro. Ahora estoy viendo desde la Giralda el Guadalquivir y desde mi finca veo todos los días el Tajo". Es de un pueblo de Albacete próximo a Villarrobledo, pero vive de su finca de maíz y cebada en Estremera de Tajo, en una vega que es la misma que se ve desde el palacio de Aranjuez. Es su tercera visita a Sevilla y su primera subida a la Giralda. "La he encontrado más limpia que en el 92, y eso que entonces era escaparate del mundo". En cuanto al rascacielos, es tajante: "Lo primero que se me ocurre es matarlos".

Japoneses, italianos, alemanes, franceses. La Giralda es una torre de Babel. Entre rampa y rampa, las misteriosas gárgolas que estudió la licenciada gallega Cruz Losada con la guía de Teodoro Falcón. La mejor postal de la ciudad. La mejor vista desde donde no hace falta ver para creer. Lo nunca visto.

"Diario de Sevilla"(12/12/2005)
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