HEVIA BALLINA, Agustín - De texos, campana, guerras y maestros de escuela

De texos, campana, guerras y maestros de escuela

La iglesia parroquial de Santibáñez de la Fuente o de Riodemiera o de Riomiera, que con esa triple denominación aparece en las Fuentes, pertenece al Arcedianato de Gordón y al Arciprestazgo de Aller. Mi contacto con el Archivo Parroquial de Santibáñez se remonta a los orígenes del Archivo Histórico Diocesano. Los Libros Sacramentales de Santibáñez fueron, con los de Moreda y los de las restantes parroquias alleranas, los primeros depositados en el Archivo, cuyo Catálogo fue el primero que publiqué. Siempre me acompañó el grato regusto y secreta ilusión de volver de nuevo al contacto cálido con la realidad de esta comarca, que, como, a través de todos los Archivos parroquiales, donde mejor aparece reflejada es en los Libros Parroquiales y, especialmente, en los de Fábrica.

Últimamente, por una curiosidad, que llevo tan arraigada, que es la de localizar posibles noticias sobre los tejos, que se hallan en las inmediaciones de nuestras iglesias, emprendí un recorrido serio y minucioso por el Libro de Fábrica de la Parroquia de Santibáñez de la Fuente, verificando todos los descargos y datas, que se vinieron produciendo desde 1659.

Así fue como recorrí los dos Libros de Fábrica, que se conservan, desde esa lejana fecha hasta el año 1870, sin haber encontrado, como en otras ocasiones felizmente me ocurrió, asiento alguno referido a la plantación de un “texu”, que, con toda probabilidad habría podido aparecer, dentro de ese lapso de tiempo. En principio, esta circunstancia podría llevar a concluir que el tejo de grandes proporciones que se ofrece a nuestra contemplación delante de la iglesia de San Juan de Riomiera, uno de los más corpulentos y de los mejor conservados de Asturias, comparándolo con otros tejos similares de iglesias asturianas, cuya fecha de plantío se conoce, podríamos situar su plantación hacia el último cuarto del siglo XVI, con una antigüedad probable de casi 450 años.

De campanas para esta iglesia de Santibáñez, mucho es lo que es posible elucubrar, habiendo de limitarme como ejemplo a la confección de una campana, que se conserva, y que fue mandada fabricar en 1813. Se sabe que el coste del cobre para la campana fue de 105 reales; el estaño que requirió el maestro campanero para conseguir la aleación perfecta (80% de cobre y 20% de estaño) costó 60 reales. Los costes de la campana alcanzaron los 3.000 reales, incluyendo la hechura de la misma y el metal. A 220 reales subieron el badajo y las argollas de sujeción, que consumieron 50 libras de hierro. Era necesario prever la obra de carpintería con el yugo, que realizó el carpintero Diego Prieto Solís y también “para hacer un peso para arromanarla o pesarla”. No faltó un refrigerio para “los vecinos que subieron la campana al sitio correspondiente”, y que consistió en una cántara de vino, que tuvo de coste 64 reales. Muy interesantes resultan las dos entradas siguientes para entender la forma de hacer los moldes para la fundición. Por el barro y la leña para el fundido se pagaron dos partidas de 273 reales cada una, teniendo en cuenta “que el barro (debía ser de arcilla) tuvo tal coste por lo mucho que distaba de la iglesia”. Por hechura de otra campana nueva o por la refundición de otras, por sedarse y romper, aparecen varias veces los asientos correspondientes, que es grato consultar en el Libro de Fábrica Parroquial. Las campanas representan la voz de Dios en la feligresía, siendo como auxiliares para el culto divino y con una función social en casos de tempestad o de incendios. San Paulino de Nola fue el primero en usarlas en su Diócesis de Nola (s. IV).

Del tema de la guerra de la Independencia y sus secuelas en el concejo de Aller y concretamente en nuestro Santibáñez podría decir mucho, aunque trataré de resumir. Las incidencias se registraban en el Libro de Fábrica, pues tenía repercusión en la contabilidad. Así, en las cuentas de 1908 “se dieron a los soldados de esta parroquia, cuando fue el armamento, 380 reales". “Al mayordomo, por ir a Oviedo y los 9 días que empleó para solicitar las provisiones (entiéndase providencias) del Señor Marqués de Vistalegre, contra los deudores de la fábrica, porque no podía cobrar la cantidad que se debía a la fábrica y pedirse por dicho Señor para el armamento, 90 reales”.

En 1809 “se entregaron en la tesorería del ejército de este Principado, por orden del Sr. Marqués de Vistalegre y constar de recibo, 13.000 reales”. “Con más 80 reales, que se pagaron a dos mozos por conducir esta cantidad a la ciudad de Oviedo y no poder conducir esa cantidad en caballerías, a causa de los bagajes y robos, que se experimentaban”. “Con otros 4.090 reales, que, de orden de la Comisión de dicho concejo, se dieron a la Provisión”.

“Otros 1.500 reales de los gastos de la alarma, cuando estuvieron los vecinos en el Padrún y en Santullano”. La presencia de las tropas ocasionó también gastos: así, en 1810, “se gastaron 16 reales, por limpiar el cabildo y los alrededores de la iglesia, cuando los enemigos invadieron esta parroquia”. Gastos mayores también los hubo, pues “se pagaron 2.852 reales, que importó la hierba y las paciones que, de orden de la Comisión de este concejo, dio Benito Lobo, arrendatario que fue de la fábrica, para las caballerías de los individuos del Hospital”. “Otros 499 reales los tomó el Juez Don Joaquín Solís, para el suministro de las tropas y 1.479 reales, de once hanegas menos un copín de pan, que con orden de la Junta de este Principado, se entregaron al Hospital”.

El Visitador de este año, que fue el Arcediano de Gordón, dejó expresada una seria advertencia sobre el aspecto de hacer entrega de dineros de la Fábrica, para las tropas: “habiendo visto y reconocido las anteriores cuentas, se hallan algunos datos cuya aprobación es incompatible con los sagrados objetos de unos caudales, que deben destinarse a otros fines, pues aunque lo dado a los militares y a los vecinos, con motivo de la alarma, es objeto bastante religioso, sin embargo el párroco no corresponderá en lo sucesivo a semejantes fines, sin que intervenga la autoridad competente”. Todo ello ofrece una visión muy vivencial de las circunstancias en que la parroquia vivió las consecuencias de la guerra de la Independencia. Y, aunque “en esta parroquia la fábrica es pingüe”, sin embargo tal sangría de gastos ocasionó serios trastornos a la feligresía.

Del maestro de niños o de primeras letras también quiero hablarte. A lo largo de toda la trayectoria que he seguido en la exploración de los descargos que daban los mayordomos, desde el año 1659, año tras año he venido encontrando la partida “al maestro de niños y sacristán”, siendo al principio la asignación de 200 reales; después, de 250, para ir incrementándose poco a poco hasta llegar a 600 reales. Los reparos de la escuela también encuentran su partida en el Libro de Fábrica. Ello revela una preocupación especial por la educación de la infancia, presidida por una filosofía, que no quiero dejar de recoger.

En la Visita de 1796 se expresa así el Visitador: “También manda su merced se solicite con el mayor cuidado maestro que instruya a los niños en la doctrina cristiana y les enseñe a leer y escribir, que es el mejor fundamento de todo buen destino”. Se cita “el mérito del maestro y cómo se acordó pagarle más por lo mucho que progresaban los niños”. Vale.

HEVIA BALLINA, Agustín

Editorial Prensa Asturiana (23-07-2016)

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