CASAS ORTIZ, Froilán - El tañido de campanas

El tañido de campanas

Cada día la ciudad secular va quitando todo signo que nos lleve a Dios. El esquema de John Locke en su Ensayo de Filosofía Política, publicado en 1690, “le religión es asunto privado”, se ha vuelto un axioma en nuestro país. La mayoría, que somos creyentes nos quedamos impávidos y con un cobarde silencio. Cuidado: “Quien calla, otorga”.

Ya hasta el sonido de campanas fastidia, es contaminación auditiva, se afirma con descaro. ¡Qué incongruencia! No es contaminación auditiva el ruido estridente y ensordecedor de las tiendas comerciales, de los “nuevos ricos” que a altas horas de la noche, para mostrar que tienen equipos de última generación, les imponen la “música” a los vecinos. No hay nada más incómodo que un mal vecino. De nada sirve un Código de Policía, que no se aplica. Nos toca aguantar tanto irrespeto. Usted, ¿dónde encuentra silencio? Si acaso en la alta montaña o en el ángulo del largo valle. Construya una hermosa casa en el solaz de la campiña y, al cabo de unos meses, llega su “judas” a amargarle la vida, imponiendo el fastidioso bullicio de su desagradable “música”. ¿Por qué le perturba la paz a su vecino? No sea asqueroso. Lo que no quiera que le hagan a usted, no les haga a los demás. Llega usted y, ¡ah! , se dañó la calma. ¡Ah! , pero el tañido de campanas no se lo soporta. Ese “ruido” va contra los decibeles establecidos. Las campanas que invitan a la oración y a elevar nuestro espíritu a Dios, causan fastidio. ¡Qué tristeza! Dios fastidia en la ciudad de los hombres. El sonido bucólico y pastoril que nos recuerda nuestras raíces culturales, resulta hoy un perturbador del silencio. ¡Qué ironía! Menos mal que ese soberbio hombre un día se envejece, se enferma y tiene que morir, ¿también ese día Dios será un estorbo? Ya nos han quitado las campanas, ahora no se jura poniendo como garante a Dios, ahora se jura por la Constitución, que es elaborada por la volubilidad de los hombres, -en Colombia hemos tenido en la vida republicana dieciséis constituciones-. Hay que sacar a Dios de las oficinas: ¡Fuera crucifijos y símbolos religiosos! Repitamos la historia: entronicemos la diosa Razón en la sede de “Nuestra Señora”. Sigamos: fuera calendario cristiano, pongamos uno astrológico. Acabemos con todo vestigio de creencias pues ellas son alienación del hombre, como afirmaban los padres del marxismo. ¿En dónde están sus fundadores? En la tumba del padre de la muerte de Dios, F. Nietzsche, alguien escribió este epitafio: “Dios ha muerto, firmado Nietzsche”. A renglón seguido, se escribió también, “Nietzsche ha muerto, firmado Dios”. Señores legisladores: quítenle las creencias a un pueblo y mañana tendremos una manada de buitres. Cuidado que quienes groseramente masacran las creencias de un pueblo, en nombre de la libertad, mañana serán víctimas de su propio invento. Robespierre impuso la guillotina y ¡cuánta sangre inocente corrió por Francia! Lo que no se imaginaba ese malvado es que un día él sería ajusticiado en el mismo trono de su crueldad. La esperanza de nosotros los creyentes es que Dios no se ha ido de vacaciones.

CASAS ORTIZ, Froilán

La Nación (27-12-2016)

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