SANCHO, Lorena - El balcón del campo de Peñafiel

El balcón del campo de Peñafiel

Langayo vigila desde un cerro un extenso paisaje cerealista recién cosechado

La iglesia de San Pedro Apóstol acoge este verano la celebración de misas casi a diario. El homenaje que hace unos días recibió el sacerdote Antolín San Juan por sus 50 años en el oficio ha atraído hasta Langayo a varios de los doce curas que ha dado la localidad. «Aquí ha habido párrocos de primerísima categoría y eso ha influido», dice Antolín -su nombre religioso es Alfonso-, para justificar este elevado número de sacerdotes en el pueblo. Este hombre de 80 años de edad, que en los últimos 46 ha recorrido como misionero Bolivia, Panamá y Estados Unidos (donde se encuentra actualmente), aprovecha su estancia de tres meses en su municipio natal para oficiar las misas en la románica iglesia de San Pedro. En esta tarde de agosto le acompaña Lupi, el último que se ordenó hace ya 25 años. «También hay un número importante de religiosas, pues habrá unas diez», precisa el sacerdote más joven.

Media hora antes de que comience la ceremonia abre sus puertas este templo construido entre los siglos XIII y XV. En su fachada presenta una puerta adornada con series de bolas y canecillos que tienen caras humanas y varios animales. Ya en su interior, el retablo, que cuentan los lugareños que procede de una iglesia de Peñafiel, alberga en el centro un Cristo románico, mientras que se pueden además contemplar una Virgen del siglo XII y las imágenes de San Lorenzo, San Andrés y San Pedro, este último atribuido al taller de Gregorio Fernández.

La iglesia domina el pueblo desde lo alto de un cerro. Tras superar varias decenas de peldaños en una escalera de caracol propia de castillos y fortalezas se accede al campanario, que ofrece unas vistas inigualables de este campo escondido en la comarca de Peñafiel. Desde aquí se puede además apreciar los daños que hace un par de meses ocasionó un rayo en la torre, que incluso quemó la instalación del sistema automático de volteo de campanas. La tormenta pilló por sorpresa a los lugareños, acostumbrados a predecir el tiempo con unas horas de antelación gracias al viento. «Si viene de regañón, ni agua ni sol, y si viene de solano, agua en la mano», dice José Ignacio, vecino del municipio, mientras explica los distintos puntos que se pueden observar desde el campanario. Le acompaña José María, que puntualiza que cuando en Langayo se escuchan las campanas o el reloj de Campaspero «habrá cambio de tiempo, porque el aire viene del norte».

Desde el punto más elevado del municipio aprecian estos dos hombres los montones de cereal que han segado a mano hace tan solo unos días. Es la costumbre de un grupo de unos veinte vecinos de Langayo que cada año optan por rememorar este oficio a la antigua usanza. «Nos juntamos, hacemos la siega a mano y nos vamos a almorzar unos huevos fritos con chorizo y buen vino».

Su lugar de reunión es un merendero compartido de varios matrimonios del pueblo. De sus paredes cuelgan algunas de las poesías que brotan de la mano de uno de los propietarios, Julián San Juan, quien no duda en recitar en voz alta algunas estrofas. «Langayo pueblo campero, Langayo mi patria chica, tiene una iglesia en un alto, como guardián te vigila. Yo que nací en el 40 y en el 2010 ya estamos, cómo han cambiado las cosas en el pueblo de Langayo».

El atardecer entre las empinadas calles de este pequeño pueblo viene de la mano del viento, que sopla con fuerza en la parte superior, alrededor de la iglesia. Por la calle Altozano circulan en bicicleta varias jóvenes que pedalean desde las piscina municipal, protagonista indiscutible del verano. Se topan con viandantes que atesoran la estampa de boina y callada. A lo lejos se escuchan todavía los envites del Bar Maite, donde Aurora, la propietaria, sirve cerca de 40 cafés diarios en un establecimiento que se erige en punto de encuentro municipal. Desde aquí parten los hombres al tajo en un extenso término agrícola que en los años 70 germinaba miles de toneladas de remolacha. Hoy han quedado relegadas a un segundo plano. El papel protagonista lo desempeña el cereal, la patata, el girasol y el guisante.

SANCHO, Lorena

El Norte de Castilla (14-08-2010)

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