Las músicas de tradición popular son una parte de la cultura que, cada día más, va encontrando en nuestra sociedad el lugar que le corresponde, quizá después de demasiado tiempo de olvido, cuando no de desprecio.
Sus instrumentos, dotados de gran valor simbólico, son las guías que nos ayudan a penetrar en el apasionante mundo de una sociedad que ya casi no existe o que va cambiando por momentos. En manos de sus ejecutantes han tomado carácter ritual, ceremonial o simplemente lúdico. Hoy son testigos de un mundo que no podemos olvidar; pero además siguen siendo objetos útiles, funcionales, que se pueden seguir usando para recrear las viejas músicas, así como para seguir creando música nueva.
Conocer mejor lo nuestro es importante para comprender mejor el mundo. Las músicas de tradición popular conjugan de maravilla esa doble perspectiva: local y universal. Y eso es digno de ser conocido.
Los instrumentos musicales se han clasificado a lo largo de la historia en función de criterios diversos: mitológicos, materiales, funcionales… La tradicional división, por el modo de producción del sonido, en tres grupos -cuerda, viento, percusión- se muestra insuficiente a la hora de ordenar algunos artefactos como, por ejemplo, la zambomba o el mirlitón. En algunos casos un solo criterio no basta: hay instrumentos de cuerda que se percuten. Y otros son tan ambiguos como la guimbarda.
Una de las divisiones más usuales hoy es la que agrupa los objetos sonoros en cuatro grandes apartados: idiófonos, membranófonos, cordófonos y aerófonos. Musicólogos como Mahillon, Hornbostel, Sachs o Schaeffner han propuesto complejas formas de clasificar científicamente los instrumentos musicales. En esta página hemos seguido criterios de unos y otros, aunque adaptándolos y simplificándolos para que resulten prácticos al lector. En el caso de los idiófonos, dada su enorme complejidad, hemos optado por clasificarlos tanto por el modo de producción del sonido como por sus materiales ¡como han hecho los chinos desde la Antigüedad! También hay objetos clasificables simultáneamente en más de un ámbito.
Además, al presentarlos hemos tenido también en cuenta otro criterio: su función, ya que el propósito no es únicamente mostrar objetos sonoros en sí mismos, sino en un contexto social y cultural que les es propio.
En el medio popular es normal que un mismo instrumento tenga diferentes denominaciones según las zonas, especialmente en Aragón, en cuyo territorio se hablan tres lenguas distintas (Castellano, Catalán y Aragonés) y fuertemente dialectalizadas; pero, incluso en zonas lingüísticamente homogéneas, esto puede ocurrir. Una flauta de caña puede ser un pito en Val de San Martín, chiflo en Alfambra, flariol en Monroyo, fabiol en Benasque, pinfaino en Aguaviva...
Y a la inversa, un mismo nombre puede significar cosas diferentes. Por ejemplo, trompa puede ser, aparte del instrumento de la orquesta así llamado, un cuerno soplado, un cono realizado con un largo trozo de corteza enrollado helicoidalmente, un aerófono de doble lengüeta o cualquier instrumento de viento-metal. Quizá el caso más elocuente sea el de gaita, que puede servir para multiples artefactos, y hasta el término Los Gaiteros es sinónimo de músicos populares, cualesquiera que sean sus instrumentos.
Es sugerente la observación de diversos etnomusicólogos acerca de cómo los instrumentos musicales ponen entre las manos del ejecutante parcelas de todos los reinos de la Naturaleza: caña, cáscaras de frutos, madera, metal, barro, piedra, pieles, cuernos, huesos, crin, tripa... es decir, un auténtico resumen del cosmos.
Nuestro instrumentarium tradicional participa de ello. Sin pretender establecer ninguna prelación, citaremos a la caña como uno de los más usados: cañotos, rascadores y carraclas entre los idiófonos; guinchas, flautas y chuflainas entre los aerófonos; ronueco y gaita de tel o mirlitón entre los membranófonos..., y además como parte sustancial para todos los aerófonos de lengüeta. El elenco de maderas incluye las del país (olivera, acerollo, ginjolero, boj, nogal...) y otras exóticas que se han ido poco a poco incorporando (ébano, bubinga, palisandro...); e incluso materiales sintéticos como resinas, fibra de carbono y otros plásticos están empezando a sustituir a la madera en determinados usos. Las propias lengüetas de algunos instrumentos, conocidas globalmente como cañas, van encontrando nuevos compañeros de viaje como el plástico, vidrio o metal.
Son consecuencias lógicas de los nuevos tiempos; pero la sociedad tradicional tampoco ha sido ajena a innovaciones, haciendo convivir, por ejemplo, unas cascañetas de piedra, con otras de trozos de baldosa o de uralita. O bien flautas de caña, o de hueso de ala de buitre, junto a otras hechas con la funda metálica de un puro habano o, más recientemente, un tubo de fontanería de plástico o cobre. La nobleza de un material u otro está tanto en sus aspectos prácticos como estéticos y simbólicos.
Todos los instrumentos pueden usarse -y de hecho así ocurre- en cualquier momento del año; sin embargo en la tradición popular se asocian especialmente determinados sonidos a ciertas celebraciones. He aquí algunos ejemplos. Navidad: zambomba, pandereta. Carnaval: esquilas, cuerno, vejiga. Semana Santa: carraclas, matracas, tambores. Corpus Christi: botelletas, pajaricos de agua.
Los cambios socioculturales en la Historia Contemporánea han influido enormemente en todos los ámbitos de la vida, y también en nuestras músicas. Nuevos instrumentos y repertorios fueron barriendo la vieja herencia, dando paso a nuevas estéticas. El acordeón, los instrumentos de viento-metal y más adelante los electroacústicos dejaron casi obsoletos a los viejos sonadores. Primero fueron relegados a las pequeñas poblaciones rurales, luego a actos festivos concretos. El surgimiento de un folklorismo oficial dio en cada territorio prioridad a unos estereotipos, anulando la rica diversidad, que, mal que bien, sobrevivía en muchos lugares. A finales de los años setenta, se inició un renovado interés por la cultura popular. Actualmente se retoman con entusiasmo instrumentos como la gaita, la dulzaina, la flauta de tres agujeros... Se realizan cursos en poblaciones de toda la Comunidad, aumenta el número de ejecutantes, así como la demanda de estas músicas en fiestas populares por todo Aragón. En los últimos años se han recuperado Albadas, Rondas, Dances y Bailes de fiesta de todo tipo, con acompañamiento de sonadores de tradición popular, que a menudo habían sido sustituídos por otros más modernos. Algunos incluso resultan interesantes pra determinados aspectos pedagógicos. Esto permite afrontar con esperanza el futuro, desde la idea de que es necesario conservar la vieja herencia, pero también implicar estos instrumentos en la nueva sociedad, a través de la creatividad artística y la presencia en ámbitos nuevos, otorgándoles a estos sonadores toda la dignidad y respeto que merecen. El tiempo y el trabajo tienen la palabra.
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Carracla (Foto: Xinglar) |
Matraca (Foto: A. Vergara) |
Matracas de procesión (Foto: Xinglar) |
Matraca de torre (Foto: M. Souto) |
Los números indicados corresponden a la interpretación de la clasificación de Hornbostel y Sachs.
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PERCUTIDOS | Metal: campanas | 111.242.1 |
SACUDIDOS | Madera: matracas | 112.121 |
RASCADOS | Madera: carraclas | 112.24 |
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LLOP, Francesc: Los toques de campanas en Zaragoza (notas para su estudio). Zaragoza, 1983.
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Este texto fue elaborado para el catálogo de la exposición Instrumentos Musicales de Tradición Popular en Aragón, realizada por La Charamella y que está siendo presentada en diversas localidades aragonesas.