La 'tabalà' de Santa Lucía, folclore y devoción en pleno centro de Valencia

Música y luminosidad, aspectos que forjan el carácter valenciano convergen en la víspera de la festividad de la santaLa cofradía se remonta al siglo XIII y su origen está estrechamente ligado al antiguo Hospital.
Los inicios de la devoción a la santa se vinculan a las raíces sicilianas de la Reina Constanza.
En 1421, un recluido Benedicto XIII otorgó con una bula papal más beneficios a los cofrades.


Ermita. Edificio de la calle Hospital. Autor: L. P.

Junto a la Biblioteca Pública de Valencia Pilar Faus, en la intersección de las calles Guillem de Castro y Hospital, en pleno centro urbano, se ubica una de las ermitas con mayor arraigo de la ciudad. Su humilde aspecto exterior y su revestimiento barroco interior velan un legado que se remonta al siglo XIV. Una historia que se adscribe a una de las primeras cofradías del antiguo reino de Valencia.

Una memoria que desde tiempos remotos vuelve a resonar cada 12 de diciembre. Y no se me ocurre mejor verbo. El próximo martes, a eso de las siete y media de la tarde, se producirá un evento tan ruidoso como tradicional. Un acto tan folclórico como pragmático. Creo que casi todos los valencianos coincidimos al menos en un aspecto: nos gustan los días largos, la luz de nuestro cielo, la luminosidad que sin duda forja buena parte de nuestro peculiar carácter. Todo esto se esconde tras la «tabalà», acto que pasado mañana podrá presenciarse junto a aquella misteriosa ermita que, contradiciendo a su propia definición, no se halla precisamente en un lugar despoblado.

La 'tabalà' es una ancestral tradición en la que convergen de un modo inimaginable dos características intrínsecas a nuestra naturaleza: música y luz. Historia, antropología, hagiografía, devoción y folclore valenciano en estado puro.

Lo mejor será empezar por el principio: ¿Qué edificio acumula tanta historia y pasa prácticamente desapercibido incluso para algunos valencianos? Se trata de la ermita de Santa Lucía y Santa Águeda. Fue erigida hace más de seis siglos en el mismo lugar donde hoy se alza, si bien su entorno poco o nada tenían que ver con el actual.

Junto a la muralla, a escasos metros del desaparecido portal de Torrent, también llamado «dels Inocents», no existía la actividad edilicia que el tiempo ha deparado. La tradición dice que dos peregrinos trajeron una reliquia suya desde Venecia en 1381. La historia certifica mediante varios documentos datados entre 1381 y 1391 -y conservados en el archivo de la misma cofradía- los terrenos que fueron adquiridos para su posterior construcción.

Esto en cuanto a la ermita, porque diversos documentos establecen la configuración de la Cofradía de Santa Lucía a mediados siglo XIII. Quizá merced al impulso de la reina de origen siciliano Constanza, esposa de Pedro III, que pudo importar la excelsa devoción que suscitaba la patrona de muchos pueblos sicilianos. Santa Lucía ya dispondría de su propia capilla en la nueva catedral de Valencia, comenzada a construir en 1262. Incluso hay algunas fuentes que señalan que la capilla de la cofradía de Santa Lucía se dedicó antes, sobre la antigua mezquita recién consagrada tras la conquista de Jaime I, como demostró tiempo atrás Rafael Company.

Como el resto de corporaciones bajomedievales de nueva institución sufrió varios cambios en su reglamentación. En 1392, el rey Joan I aprobó una de esas modificaciones. Precisamente su hermano y sucesor en la corona Martín el Humano -en la época conocido como «Lo ecclesiàstich»-, fue quien en 1399 concedió licencia real a la Cofradía de Santa Lucía para levantar su ermita y su casa. La cofradía pasaba a tener su propia sede.

Como podrán suponer, su historia va ligada al entonces contiguo y ya desaparecido hospital, la actual biblioteca con la que abría el reportaje. En 1414 cedía parte de sus huertos para la construcción del dormitorio de los «folls» del «Hospital de Nostra Dona Sancta Maria dels Ignoscents». En 1421, un recluido y casi abandonado por la cristiandad Benedicto XIII, otorgaba mediante «bula papal» (entrecomillado porque ya prácticamente nadie reconocía su función), nuevos beneficios a los cofrades.


Pasacalle. Imagen del desfile realizado el pasado año. / AVAN


Desde sus inicios y hasta el momento presente, la ermita ha tenido un carácter de bisagra, como explica su actual «clavari» mayor, Francesc Llop i Bayo, cuyo papel es primordial en la transmisión del conocimiento de la cofradía. Históricamente, el «clavari» o portador de llaves, se elegía cada año, y debía ser, alternativamente, un habitante de la ciudad y un hombre procedente de la huerta. Una circunstancia que motivaría con el paso del tiempo la elevación de altares a los santos Abdón y Senent (los santos de la piedra y patrones de los hortelanos) y a San Isidro Labrador.

Más tarde, ya en Edad Contemporánea, a la luz de las transformaciones de la devoción popular la ermita asumió el patronazgo de Santa Ágata, celebrada el 5 de febrero y vinculada al fin del ciclo navideño. Sin duda un perfecto contrapunto a la gran protagonista, Santa Lucía, que según sus hagiógrafos oraba precisamente ante la tumba de Santa Ágata hacia finales del siglo III. No por casualidad, la santa de la luz fue durante siglos el punto de inflexión para celebrar la llegada de los días más largos y, cómo no, de las navidades. No el «Black Friday», como algunos jóvenes pensarán.

Ofrenda sonora a Santa Lucía

¿Qué relación guarda la «tabalà» con Santa Lucía? La santa nació en Siracusa (Sicilia) en el año 283, pasando al santoral como virgen y mártir tras fallecer en su propia localidad natal, víctima de las persecuciones ordenadas por el emperador Diocleciano. Su nombre, como el de otros muchos santos, tiene un concreto significado. En este caso, el de portadora de la luz, pero descuiden, no la de Iberdrola. Me refiero a la luz natural que alumbra el mundo. Además de la etimología de su nombre, es imprescindible recordar que su festividad se celebraba desde tiempos inmemoriales el 13 de diciembre, fecha integrada en el solsticio de invierno. Pensarán que se trata de un error, pero conviene recordar que la reforma gregoriana del calendario (1582) eliminó 10 días de tacada. En el calendario juliano, vigente hasta el año recién señalado, la festividad de Santa Lucía equivalía al 23 de diciembre actual.

Así se explica el aparente sinsentido del refranero «Per santa Llúcia, un pas de puça». También del «Por Santa Lucía, la más larga noche y el más corto día». Pues bien, la «tabalà» es un espontáneo homenaje a aquella santa que se celebra en la víspera de su festividad en el barrio de Velluters. Una explosión de júbilo mediante canciones tradicionales con objeto de festejar el crecimiento del día en detrimento de la noche. El triunfo de la luz sobre la oscuridad.


Santa Lucía. Cartilla de dote para una vecina de Ruzafa de 1800. / Cofradía de Santa Lucía

Algunos autores sostienen que en Valencia se realizaba para guiar a los ciegos hasta la cofradía, pero parece improbable: en nuestra ciudad Santa Lucía era intermediadora para sanar enfermos de la vista, pero no a los ciegos, cuya cofradía se reunía en la desaparecida parroquia de la Santa Cruz.

La documentación advierte que en 1840 se hizo una «tabalà» de escaso éxito y que en 1845 se instauró definitivamente, si bien es muy probable que la tradición sea mucho más antigua. En primer lugar, parece de cajón, habría que situarla cuando realmente Santa Lucía coincidía con el solsticio de invierno. Además, conocemos versiones de tiempos pretéritos en otros lugares que convergen en la celebración de la luz en la víspera del día de la santa. Si la luz moldea nuestro humor, es la música, otro elemento innato al valenciano, el método seleccionado para dar gracias. «Tabaleters» y «dolçainers» tocarán durante el pasacalles en honor a la que, de manera excepcional, también es patrona de los últimos. Eso sí, faltarán los tres «tabalots», tambores antiguos de grandes dimensiones que abrían el «cercavila» hace algo más de un siglo y que según autores como Pau Llorca pudieron dar nombre al acto. En ocasiones se ha documentado el acompañamiento de vecinos con enseres de cocina, reforzando un estruendo que no es en señal de protesta, sino de felicidad.

La cofradía se mantiene merced a las donaciones de los ciudadanos. Fiel a su original esencia benéfica, no decae en su compromiso social. Buena muestra es que la Cofradía subvenciona todas las comidas de la Casa de la Caridad de València los días 13 de diciembre y 5 de febrero, ya saben, festividades de Santa Lucía y Santa Águeda respectivamente. Además, aunque menos conocidas, algunas actividades ahondan tanto en su carácter abierto como en su vinculación a la tradición. Sólo cierra los lunes y hace un ingente esfuerzo por difundir su patrimonio religioso y cultural a través tanto de la propia sede como la web.

Allí, además de poder contemplar fantásticas obras realizadas entre los siglos XVI y XX, se celebran conciertos. También misas en latín, toda una experiencia que si no han presenciado me atrevo a recomendarles, sea cual sea su credo. Incluso pueden contraer matrimonio, pese a no ser parroquia. En este último huerto sí que no me meto. El martes es día de bullicio. Aunque con retraso, su petición de días más largos se verá satisfecha.

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CALVÉ, Óscar
Las Provincias (10-12-2017)


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Última modificació: 20-04-2024