La iniciativa partió la semana pasada del alcalde de Sant Esteve de la Sarga (Lleida), que protestaba por el riesgo de despoblamiento a causa de las malas comunicaciones
Sant Joan de Boí en otoño - Autor: CeNTRE DEL ROMÀNIC DE LA VALL DE BOÍ
Las campanas del Pirineo de Lleida doblan para dar la alarma del peligro de despoblación a causa del mal estado de las carreteras. El alcalde de Sant Esteve de la Sarga (Pallars Jussà), el republicano Jordi Navarra, comenzó a doblar en su pueblo la semana pasada y han sido muchos los municipios que ya se han sumado a esta protesta diaria.
Navarra, que ya ha expresado en otras ocasiones la impotencia de su consistorio ante los desprendimientos y la extrema precariedad de infraestructuras, insiste en la injusticia de que la mayoría de las carreteras son de titularidad municipal en los pueblos pequeños de montaña. Las subvenciones que llegan para mantenerlas y conservarlas resultan insuficientes, subraya, y las inclemencias meteorológicas provocan accidentes y movimiento de taludes causando cortes y peligro inminente para las personas.
“Doblamos las campanas, que es el toque de difuntos, e iremos haciéndolo hasta que nos den soluciones”, advierte. “Si no podemos tener carreteras en condiciones, los pueblos están condenados a desaparecer y por eso pedimos a todos los municipios que se encuentren en esta situación que hagan lo mismo hasta que haya una solución”, afirma.
“Es una manera de protestar sin molestar a nadie, no sabía si otros núcleos se sumarían, pero teníamos que hacer algo porque los recursos y políticas destinadas a las zonas de montaña, son totalmente insuficientes para poder garantizar los servicios básicos de los pueblos del Pirineo”, asegura Jordi Navarra.
Este viernes, de forma solidaria, se han sumado al tañido de protesta las iglesias románicas de la Val de Boí, que son Patrimonio Mundial de la Humanidad. Hace unos días se sumaron a la protesta Alsamora, Taús, Torà de Tost, Coll de Nargó, Valls de Valira, Montferrer i Castellbò, Soriguera, Salàs de Pallars, la Terreta y la Colegiata de Mur, en este caso sin contar con el apoyo del Ayuntamiento.
MATAS, Rosa
La Vanguardia (10-09-2018)
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