La asociación de campaneros de Quesa ha iniciado una particular cruzada para reivindicar y recuperar el toque manual de las campanas de la Comunidad.
Frente a la tendencia iniciada en los años sesenta de electrificar el toque de campanas, este gremio quiere recuperar la antigua costumbre porque está convencido de que el toque eléctrico no transmite lo mismo que el manual, opinión que es corroborada por una voz autorizada, como es la de Vicent Tomás, propietario dedicado a la restauración de campanas
«Las campanas siempre se han considerado la voz de la iglesia; antiguamente, cuando doblaban las campanas, decían si el difunto era hombre o mujer, si era un niño o un anciano.»
Quesa sirvió como ejemplo hace un par de semanas para la reunión del Gremi de Campaners Valencians de lo que se puede llegar a hacer con las campanas.
Como afirma José Hernández, secretario de esta asociación, «se quedaron sorprendidos de la rehabilitación efectuada y de cómo sonaban nuestras campanas».
Esta agrupación ha estado rehabilitando campanas y tocando en Navarrés, Bolbaite. Como explica Tomás, normalmente por aquí no se tiene conciencia de las posibilidades artísticas de las campanas: «Aquí se venden por kilos», afirma.
En Quesa, la asociación dedicada a esta actividad dice que tienen problemas con el arzobispado, ya que segÚn explica Hernández, se mezcla el aspecto artístico y cultural con el religioso en el momento de tocar las campanas, y desde el arzobispado pretenden que sólo se realicen los toques religiosos, mientras que desde la asociación se lucha por recuperar los toques antiguos y tradicionales.
Esta idea se pretende inculcar a través de la formación de todos aquellos que lo deseen. Su alumno más joven tiene 8 años.
El sonido de la campana que se defiende desde Quesa va unido a la forma en que se restaura.
Las campanas de Quesa han sido rehabilitadas por una empresa de Atzeneta d’Albaida dedicada a la restauración y arreglo de campanas.
Las de Enguera, fundidas en Atzeneta d’Albaida en los siglos XVIII y XIX, esperan su turno para estar listas en las fiestas de San Miguel en septiembre.
Entre ellas está la campana más grande que había restaurado Tomás hasta el momento, que tiene un peso de 1.340 kilos.
Aprendió el oficio de su tío, el cual había trabajado durante 35 años en él: «Te tiene que gustar mucho este trabajo y te tiene que venir de tradición», afirma Tomás, explica que, hasta los años sesenta más o menos, existía gente dispuesta a voltear las campanas manualmente, pero con la modernidad fue desapareciendo.
Entonces se impuso la electrificación de las campanas, consistente en la implantación de un complicado mecanismo compuesto, entre otras cosas, por un motor y un electromartillo, cuyo resultado es la programación de los toques de las campanas del campanario.
El resultado es muy diferente al manual, que practica la asociación de Quesa, ya que los toques quedan determinados, mientras que en el toque manual se puede hacer lo que se quiera. «Pero el toque es muy monótono», añade Tomás.
También explica que el sistema con el que ellos trabajan fue recomendado por la Conselleria de Cultura para simular el volteo manual.
No obstante, la asociación de Quesa sigue reivindicando el arte de voltear las campanas como antaño y se queja de la electrificación de las campanas. SegÚn Hernández, «no se puede comparar el toque manual con el sonido de las campanas electrificadas».
En la actualidad, se puede observar muchos campanarios agrietados. El problema de esto radica, segÚn Tomás, en el material con que se hicieron los yugos de las campanas a partir de los años sesenta.
En la actualidad cambian los yugos de hierro por los de madera, ya que, como explica Tomás, la mayoría de campanarios están llenos de grietas, a causa de las vibraciones que transmiten los yugos de hierro, ya que son conductores.
En los sesenta, se empezaron a implantar los yugos de hierro, ya que eran más baratos y facilitaban la electrificación de las campanas. Además, el yugo de madera es más caro y exige una calidad y una resistencia especial. Las fechas coinciden, segÚn Tomás, cuando expone que campanarios de 200 años de antigüedad se han desmejorado en los Últimos 30 años de una manera acelerada.
SegÚn Tomás, el cambio en el sonido que se aprecia por este cambio es un sonido más dulce y apagado, mientras que con el hierro el sonido es más estridente. Aparte de estas tareas, Tomás también limpia campanas con la técnica de arena a presión y después las pulen. En la fabricación de nuevos yugos también pretenden recuperar el estilo valenciano, que se caracteriza por ser estilizado.
Lina SOLER (Quesa)
"Levante - El Mercantil Valenciano" (06/08/2000)
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