El campanario antiguo - Autor: CALLES, Luciano
Unión City, N J, 3 de Febrero, 2011.
Hay un refrán que dice: Oír campanas y no saber donde, quiere decir: escuchar algo pero no entenderlo.
En la vida real, las campanas son instrumentos que han acompañado y servido a la humanidad de diferentes formas por medio de sus ondas sonoras, transmitiendo mensajes que van más allá de lo que se pueda decir con palabras.
Por ejemplo: aquí en Estados Unidos, En 1830, una campana fue adoptada como símbolo de la causa de independencia y libertad de los esclavos, y viajó alrededor de todas las ciudades del país, con la idea de ayudar a limar las asperezas que había dejado la guerra civil, haciendo su último viaje en 1915, para descansar definitivamente en el parque Libertad de Philadelphia, desde donde recuerda a todos los que la visitan que aun así quebrada y en silencio, seguirá representando esa libertad que aunque no se ve, se puede sentir.
En San Salvador, el 5 de Noviembre de 1811, nuestro prócer de la independencia José Matías Delgado, también proclamó la independencia por medio de las ondas sonoras de las campanas de Nuestra Señora de la Merced, y así podríamos continuar enumerando historias.
Recuerdo que cuando pequeño, el tema del sonido de las campanas era muy apasionante al discutirlo con personas de otros lugares, ya que para cada quien, las campanas de su pueblo suenan mejor, y eso es verdad, porque la mayoría de las campanas duran mucho tiempo y nos identificamos con Ellas desde que empezamos a tener conocimiento, llegando a ser tan familiares al oído, como el nombre propio.
Para mí, quizás por haber nacido a pocos pasos del viejo campanario, me llegué a familiarizar tanto con la iglesia, que hasta quería ser sacerdote, y para suerte, al menos llegue a ser sacristán y aprendí a repicar las campanas, no con la maestría de Don David Díaz, pero bastante parecido, ya que fue quien me inspiró y me enseñó.
Pero sinceramente creo que las campanas son joyas y orgullo emblemático para los que somos del pueblo, sin importar las creencias religiosas o políticas que tengamos, pues son un patrimonio que ha sobrevivido a las duras pruebas de la historia, cuyas ondas sonoras nos han acompañado en las alegrías y tristezas, desde épocas ancestrales, ya que ni las personas mayores del pueblo, han escuchado de sus antepasados alguna fecha en que se adquirieron, heredándonos también el código de los diferentes sonidos, que aunque nunca han sido escritos han pasados de generación a generación. Por ejemplo: El sonido de un repique alegre pero sencillo, era una invitación o un aviso de una actividad regular y rutinaria, ya que antes no teníamos sacerdote permanente. Se daba un convite; Una combinación de repiques, cuando había una celebración extraordinaria, como una misa cantada u otra función especial, y la gente acudía aunque fuera para ver de qué se trataba. Recuerdo que a veces tuve que dar repiques locos y desordenados; Eso quería decir que había un incendio, y la gente acudía espontáneamente con lo que podía, llevando agua para ayudar a extinguirlo, casi siempre ocurría en las cocinas de las casas, ya que se almacenaba las cosechas de granos en los tabancos, especialmente maíz en mazorca o maicillo en bellota, muy fácil de incendiarse.
Todos los hijos de aquellos tiempos, sabemos que podríamos seguir enumerando significados de las campanas, como las de las escuelas, etc. Pero hay dos sonidos que me marcaron para toda la vida, y son: Los repiques alegres de la madrugada del Domingo de la Resurrección del Señor, debido a que durante la solemnidad de toda la semana santa, no se escuchaban las campanas, pues todas las actividades se anunciaban con las famosas matracas de madera y hierro; Después están los dobles fúnebres, que aunque tristes, me daba cuenta que cuando alguien moría, la gente se unía, y con mucha razón, cuando alguien del pueblo muere, algo de todos muere también.
Eso me recuerda la obra de “ Por quién doblan las campanas “ de Ernest Hemingway, donde escribe un pensamiento de John Donne que dice: La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas. Doblan por ti.
El campanario actual - Autor: CALLES, Luciano
Después de treinta años viviendo fuera de La Laguna, el pasado dos de Noviembre , día de los fieles difuntos, tuve la dicha de estar en La Laguna, y pude darme cuenta que ya se ha perdido la tradición de dar un doble en memoria y descanso del alma de los seres queridos que van delante. Con mucho respeto solicite permiso para dar un doble en memoria de los míos, era ya casi una increíble fantasía, pues parecía que las campanas me reconocían y a medida que las tocaba, sentía que las ondas sonoras me conectaban directamente con mis padres, hermanos y amigos, para descanso de sus almas y también la propia.
Quisiera decir también de los dobles de los entierros, que aunque tristes, creo que es la máxima expresión de pesar de un pueblo, por un hijo o hija que se va, pues los dobles se dan al momento que alguien muere, y después al compas de la marcha fúnebre, y a medida que se va alejando del pueblo llegando al cementerio, los dobles se van escuchando suaves y moribundos, como preludiando el inexorable y pronto final de otra historia humana. Por ello creo que debemos darle gracias a Dios, por estar vivos y tener todavía la oportunidad de hacer algo por el pueblo. Sabido es que recientemente una de las campanas se rompió, y sin querer hacer una tragedia, es muy lamentable, pues los que la dejaron, soñaron que duraría para siempre, pero eso es imposible.
Quizás con un poquito de meditación sobre el asunto, se puede sacar de ello un buen provecho, sería una buena oportunidad para hacer una campaña en donde participemos todos, contribuyendo aunque sea con un centavo, para dejar a las generaciones venideras, un ejemplo de que pudimos unirnos, ya sea reparando la actual campana, o comprando otra, porque aunque acudamos al llamado con la única que suena, con las dos, los dobles se escucharan mejor.
Finalmente quisiera contarles a la gente de La Laguna, que hace mucho frio por el crudo invierno en el área metropolitana de Nueva York, y desde un rincón de la casa, donde me refugio a pensar en La Laguna, ruego a las autoridades civiles y religiosas, a considerar esa campaña que nos tome en cuenta a todos, dándonos la oportunidad de ayudar, para que aun después del ultimo viaje acostados y con los pies hacia adelante, podamos seguir viviendo y viajando al cerrito y a la montaña, en las ondas sonoras de las campanas de nuestro pueblo.
CALLES, Luciano
Editorial (03-02-2011)
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