Las cinco campanas de la Catedral - Autor: RIERA, Juan A.
Entre los objetos más antiguos de Ibiza que continúan en pleno funcionamiento después de cuatro o cinco siglos de actividad se encuentran las campanas de varios templos de la isla, especialmente de la catedral. Además de ser objetos de alto valor histórico, constituyen parte de la memoria colectiva.
Para un arquitecto, un campanario es simplemente la construcción en forma de torre que aloja las campanas de una iglesia. Para un místico, puede ser el dedo de la fe que apunta hacia Dios. Para los feligreses de a pie es el elemento que llama a la oración y da las horas. Pero para los expertos en esta materia, un campanario «es un instrumento musical enorme». Más que una comparación, parece una descripción exacta. El interior de ese instrumento tiene un objeto productor de sonido –las campanas– que emiten notas musicales concretas, y están dentro de una caja de resonancia que son los muros de la torre. Las ventanas del campanario sirven para orientar la propagación de las ondas sonoras en la dirección deseada. Aparte del tamaño, no parece haber diferencias apreciables entre una guitarra, un piano o un campanario.
Así lo entiende, por ejemplo, el sacerdote Francesc Xavier Torres Peters, el mayor experto de las Pitiusas en campanas y autor de publicaciones y conferencias al respecto. El sonido que provocan estas moles de bronce «son la voz de Dios», afirma Torres.
«En Ibiza, cuando era una parroquia única, solo había un campanario [el de la actual catedral]. Las otras iglesias solo tenían espadañas [estructuras más sencillas] porque, al no ser parroquiales, no tenían derecho a torre de campanario», explica el religioso.
Pero, al fin y al cabo, las protagonistas, más que las construcciones que las alojan, son las propias campanas, que más que objeto decorativo se convierten en objeto transmisor de información desde la iglesia hacia la población. «De alguna manera marcaban la vida cotidiana de la gente y cuando al mediodía escuchaban el Ave María sabían que tenían que poner la comida al fuego, o cuando oían sonar las Ànimes al atardecer sabían que los niños debían ir a dormir...», relata Torres. Las campanas, según la hora y el tipo de toque, servían para atraer a la población a misa, para alertar de amenazas, para comunicar fallecimientos, alegrar fiestas o dar las horas. Desde hace unos pocos lustros la Iglesia pitiusa trata de recuperar los toques tradicionales, que habían caído en desuso desde hacía medio siglo.
Muchas de las campanas de Ibiza son testimonio elocuente de siglos de historia. Alguna de ellas, según Torres Peters, debió repicar con alborozo desde la Catedral para comunicar a la población ibicenca la victoria cristiana en la batalla de Lepanto (1500) contra los turcos. No en vano, en la isla se conservan campanas de notable antigüedad, que han sido testigos de excepción de los avatares de la isla desde la centuria de 1300, de la que datan las más viejas.
Es en el campanario de la catedral donde se encuentran las más emblemáticas de las Pitiusas. La más grande de las cinco que forman el conjunto data de 1680 y pesa 614 kilos. El diámetro de su boca es de 102 centímetros y fue fundida por un tal Pere Ribot, como proclama el texto en latín grabado en el propio bronce: «Pere Ribot me fecit. añi 1680». En su decoración figura una cruz patriarcal y otros motivos más apegados a la tierra, como dos lagartijas. Sin embargo, hay dos aún más antiguas en este grupo: la campana llamada Sant Sagrat, construida en 1565 y la Santa Creu, fundida por Miquel Omar en 1583. No fueron las primeras, pues antes de estas ya había otras, pero «las campanas, a pesar de su peso y su aspecto, son objetos delicados», que a veces se agrietan o se deterioran por el uso continuado.
Todas ellas fueron construidas en Ibiza, «a pie de campanario», por los maestros campaneros que trabajaban en la isla con metal procedente del exterior. El ´nacimiento´ de una campana era un auténtico acontecimiento que queda reflejado en detalladas crónicas de la época. El proceso de fundición de la campana, la separación del molde, la bendición... constituían auténticas ceremonias que involucraban a toda la población. Eso terminó con la revolución industrial, cuando las companas empezaron a llegar desde todas partes, sobre todo del Levante.
Así sucedió en Sant Jordi, Sant Carles o Sant Telm. La de Sant Francesc de ses Salines, por ejemplo, procede de Holanda, de un taller que se dedicaba tanto a fabricar campanas como cañones, pues al fin y al cabo el procedimiento no es tan distinto.
Salvo la de Sant Antoni, las iglesias rurales de Ibiza solían tener una única campana, mientras que las de Vila tenían dos. El par que hay en El Convent de Dalt Vila son de 1853 y 1895, respectivamente, elaboradas en Barcelona. Fue justamente en El Convent donde trabajó el último maestro campanero de Ibiza, fallecido hace unos treinta años. Las campanas de Santa Cruz datan de los años 50 del siglo XX y son tres.
Curiosamente, las campanas de las iglesias de Formentera son de barco y por ello se caracterizan por su pequeño tamaño, explica Torres Peters, que pide una protección específica no solo para estos objetos, sino también para sus toques tradicionales, «como el patrimonio inmaterial que es».
FERRER, Joan Lluís
Diario de Ibiza (19-06-2011)
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