La campana, instrumento musical de oriente, tiene forma de copa invertida, y fue introducida en España por el cristianismo. Este instrumento, conocido y utilizado por los más antiguos pueblos de la historia, parece que en Italia donde se usó por primera vez en occidente.
Sus dimensiones principales se relacionan entre sí, partiendo del espesor máximo como unidad principal. Las campanas que se utilizan en los templos son de bronce y están formadas por una aleación aproximada del 80 % de cobre y el resto de estaño, entrando algunas veces en muy poca cantidad el cinc y el plomo.
La fundición de las campanas constituía un acontecimiento de la mayor importancia; se hacía, por lo regular, en la misma localidad donde iban a ser instaladas, y en ella se interesaba el pueblo en masa, y las autoridades civiles y eclesiásticas.
El badajo es de hierro forjado, alargado y piriforme, de menor diámetro en la parte superior. La parte superior de la campana se refuerza para disponer las asas. El anillo inferior, o boca de la campana, es la parte más esencial, donde percute el badajo.
Para que el llamamiento al pueblo fuera hecho debidamente, desde la época merovingia (siglo V), adquirieron las campanas mayor tamaño y se instalaron en torres o campanarios, para que pudieran ser oídas en toda la demarcación de las parroquias.
Por éllo, no puede pasarse por alto el servicio que las campanas prestaron a la arquitectura con la adicción de las torres con sus campanarios a los templos.
Según ESPASA CALPE, el uso de la campana en España era ya frecuente en el siglo V, y que el rey godo Chindasvinto, en el año 646, regaló al monasterio de Complútom (hoy Alcalá de Henares) una campana de bronce.
Desde que fue introducida en nuestro País, el sonido de la campana está relacionado con toda clase de acontecimientos, tanto en el orden religioso como en lo social. Desde el templo se lanzan a la población diferentes mensajes, que se han venido transmitiendo de generación en generación.
En la religión, el uso primero y principal ha sido, y es, convocar a los fieles a los actos del culto. En lo social, nos anunciaba una situación de peligro (como inundación, tormenta, fuero, etc.), y diferentes señales horarias en relación con ciertos trabajos, tales como agrícolas, de albañilería, etc.
No consta el uso inicial de la campana en nuestro pueblo, pero debe conjeturarse a la ubicación de varias Ermitas (casi todas desaparecidas) en el casco urbano y fuera de él, que debieron construirse en la Edad Media y, a buen seguro, que cada una de éllas estaría edificada con su torre y campanario.
De lo que sí hay constancia es de las dos campanas instaladas actualmente en la torre de nuestro templo parroquial, sujetas de forma fija inamovible, en la ventana de la fachada Sur del campanario, fundidas en el año 1940, en Villanueva de la Serena (Badajos), por Fernando de Villanueva Sanz. Estas campanas, debieron pasar por la ceremonia de la bendición. Ceremonia que en muchas de sus partes se parece a un bautismo, con la existencia de un padrino y la imposición de sus nombres.
La campana de la izquierda, vistas desde abajo, tiene el nombre de María de l Sierra, de sonido grave, con dimensiones de unos 80 centímetros de altura de copa, 85 de diámetro inferior y 45 de diámetro superior.
La situada a la derecha, siempre mirando desde la calle, tiene el nombre de María de la Asunción, de sonido más agudo, de unos 90 centímetros de altura de copa, 95 de diámetro inferior y 50 de diámetro superior. Según estas dimensiones y de acuerdo con la escala campanera, por la que antiguamente se regían los fundidores, nuestras campanas deben pesar unos 400 kilos la mayor y 350 la menor.
En Villarrubia, como en tantos pueblos de nuestra Geografía, al oficio de campanero se accedía por herencia, transmitiéndose de padres a hijos. El campanero era el encargado de recibir las noticias de cada acontecimiento y traducirlas al lenguaje de las campanas.
La última persona que ejerció como tal, en nuestro pueblo, fue Bonifacio Buitrago Román, conocido con el apelativo cariñoso de "El Niño" (llamado así posiblemente por ser el menor de 8 hermanos), descendiente de una "dinastía" de varias generaciones de campaneros.
El primer campanero de estas generaciones fue Antonio Buitrago que vino a fundir (?) las campanas, procedente del Levante español (zona Norte de Castellón o Sur de Cataluña) (), aquí se instaló, él y su familia, posiblemente en los primeros años del siglo XVII, trabajando el metal (hojalatero) como oficio secundario que después terminarían trabajando la madera; pues existen documentos que en 1681 ya se dedicaban a la carpintería. A Antonio Buitrago le sucedió como campanero su hijo Hipólito, a éste le sucedió su hijo Bonifacio, a Bonifacio su hijo Antonio y a éste Remigio, a quién por último le sucedió su hijo Bonifacio Buitrago Román (). Por realizar su trabajo de campanero sólo recibían unos "reales" o "pesetillas", o algún donativo en especie, el día que alguien encargaba tocar para difuntos o para la celebración de algún acto jubiloso; la Iglesia le proporcionaba la vivienda.
Después que falleció Bonifacio, y al no dejar heredero que le sustituyera como campanero, el encargado de tocar las campanas es el actual Sacristán, Salvador Ramírez de Arellano Carranza, quien tiene que alternar con los dos cometidos; habiéndose perdido ya varios tipos de toques de campana. Cuando Salvador tiene que asistir a algún servicio religioso que es necesario el repique de campanas, esta función la realiza Ángel Montero Cabrera, que al parecer había aprendido algo de repicar las campanas.
El campanero ejecutaba todo tipo de "toques" y cada uno de los mensajes los realizaba de forma diferente. Intervenía una campana o las dos, bien con sonidos alternativos o a la vez, con una composición sonora distinta, bien por la velocidad y frecuencia de las campanadas o por la longitud del toque, golpeando la copa de la campana con el badajo. Hacía su función tirando de las cuerdas desde abajo (parte intermedia de la torre, por encima de la capilla de Jesús), aunque cuando tenía que repicar necesitaba subir los 100 escalones que hay desde el suelo al campanario (gran parte en escalera helicoidal o caracol muy estrecha), para conseguir el toque deseado, porque para éllo tenía que coger las cuerdas casi desde el mismo badajo.
Aunque no resulta fácil describir y pasar a la escritura el lenguaje de las campanas, creemos conveniente trasladar aquí aquellas señales sonoras, tal como las recordamos o como nos han llegado de nuestros interlocutores, antes que definitivamente se olviden en el tiempo.
Estos mensajes que hemos podido rescatar son los siguientes:
Hemos visto que los usos religiosos y civiles de las campanas son múltiples. También debemos señalar que, en nuestro pueblo, el comportamiento de las campanas en algunas fiestas era especial: En la forma de tañer o dejar de tocar. Así sucedía, y sigue sucediendo, por ejemplo, en la Semana Santa, que para significar que toman parte en el sentimiento por la muerte de Jesucristo no pueden tocarse desde el Gloria del Jueves Santo hasta el Gloria de Resurrección. Otra forma especial, o no habitual, de sonar las campanas era en la fiesta de Todos los Santos; ese día paraban muy poco de tocar; iniciaban a las tres de la tarde con dobles hasta el toque de ánimas a las nueve de la noche, entonces y después de este toque de ánimas, comenzaban a tocar Clamores, y así estaban toda la noche hasta el Ángelus del alba, que ya se iniciaban las misas en sufragio de todos los fieles difuntos. Pero, las campanas de nuestro templo parroquial, ya han tenido el aviso de no ser tocadas por manos de la persona, pues, en el año 1977, se instaló un programador electrónico que viene funcionando irregularmente algunas veces, y a la vista de que algo tan ancestral y antiguo como el oficio de campanero y el lenguaje de las campanas van muriendo poco a poco, quizá como fruto del avance de los tiempos, tal vez, en un futuro no lejano, el sonido de estas campanas sea sustituido por una grabación sonora en cinta magnetofónica. La campana ha sido un poco la voz que anunciaba a los habitantes del pueblo de cuantos acontecimientos se producían, tanto para lo bueno como para lo malo. Siempre ha estado al servicio de la humanidad, habiendo generado buen número de locuciones, refranes y poemas que la definen, de los que a continuación se exponen unos ejemplos: Cuando uno da publicidad a una cosa con júbilo se dice que "ha echado las campanas al vuelo"; y, viceversa, cuando no se está seguro de conseguir algo, se dice que, "todavía no hay que lanzar las campanas al vuelo". La frese de, "no haber oído uno campanadas", indica la falta de conocimiento de alguna cosa concreta. Y si le dicen a uno que, "oye campanadas y no sabe donde", que se entiende que se recuerda mal algo involuntariamente. También quiero traer aquí un corto poema que creo simboliza bien a la campana, y que dice así: Campana de mi lugar / tú me quieres bien de veras / cantaste cuando nací / llorarás cuando me muera.
Fabián MARTÍNEZ REDONDO
Villarrubia de los Ojos, Julio-1992
© Fabián MARTÍNEZ REDONDO (1992) © Campaners de la Catedral de València (2025) campaners@hotmail.com Actualización: 19-01-2025 |