El sacristán de la parroquia de Albaida, Antonio Blasco. - Autor: Levante-EMV
En Albaida, poble de campanes, Antonio Blasco es toda una institución. A sus 86 años de vida, no ha faltado ni un sólo día de los últimos 69 años a su cita con la tradición. Desde la parte baja del campanario, el sacristán de la parroquia de la Asunción ejecuta manualmente miles de toques al año: el del Alba, a la siete y media de la mañana, marca el inicio de cada jornada. Luego vienen el Ángelus, el del Ave María, los dos toques para el Rosario, el toque de misa y el de Ánimas. En su hoja de ruta diaria, desde que se levanta hasta que se acuesta, hacer sonar las campanas representa una necesidad fisiológica más. Antonio «el sacristán» lleva desde los 17 años ligado a esas cuerdas mediante las que consigue expresar los sentimientos de todo un pueblo. En un clima de recogimiento, sentado aguardando a que llegue la hora de proceder al siguiente toque, ejerce su labor como correa de transmisión entre la parroquia y la sociedad. Así se ha ido transmietiendo de sacristán en sacristán durante generaciones. El ayuntamiento lo nombrará hijo predilecto de Albaida en las próximas semanas, como máximo exponente del toque manual, declarado en agosto Bien de Interés Cultural (BIC) de la Comunitat Valenciana.
Albaida es el único municipio donde esta tradición se ha mantenido de forma ininterrumpida a lo largo de los últimos ocho siglos. Cuando en la Colla local de Campaners se pregunta por la receta que ha permitido alcanzar este excepcional logro, la respuesta es inmediata: Gracias a figuras como las de Antonio «el sacristán» o su predecesor, Pepe «el Campaner», que a los 14 años comenzó a doblar las campanas y no se retiró hasta los 90. El municipio prepara un homenaje a Antonio Blasco por su entera dedicación a la causa. No en vano, son ya casi 70 años protagonizando toques manuales diarios durante los 365 días del año. Ni las enfermedades ni los imprevistos ni las obras en la parroquia han podido apagar nunca el sonido del campanario. El sacristán ha transmitido el dominio de la técnica a decenas de niños que hoy son los encargados de hacer perdurar la tradición en la localidad.
Antonio prefiere mantenerse en un segundo plano tras la euforia que en Albaida se ha desatado con la declaración BIC. Los intentos de este diario por hablar con él son infructuosos. Sus conocidos elogian su constancia y su tesón, al mismo tiempo que lo describen como una persona muy introvertida, volcada en su vocación de transmitir los sentimientos colectivos del pueblo en cada momento del año. «Es feliz en el campanario, esperando que llegue la hora para tocar las campanas», señala un familiar cercano. En la localidad se realizan más de 3.200 toques, vuelos y repiques de forma manual al cabo del año. La Colla de Campaners, que cuenta con 17 miembros activos y una cantera de niños que desde los 5 años ya comienzan a desarrollar la técnica, asegura la pervivencia de la tradición en el tiempo y toma la parte alta del campanario para llenar de musicalidad las calles cada vez que hay algo especial que celebrar. Pese a la intensa actividad que desarrollan, sus integrantes sostienen que nunca han recibido ninguna queja de los vecinos. Al contrario, señalan que la afición es «cada vez mayor».
¿Diferencias entre el sistema mecánico y el manual? La duda ofende. «Cada toque manual expresa una emoción al entorno. Es un medio de comunicación que transmite la alegría de la fiesta o la tristeza de un toque de difuntos, un paisaje sonoro diferente dependiendo del día», apunta Luis Segrelles, vocal del colectivo. La impresionante sonoridad que sabe sacar la Colla a las 7 campanas de la parroquia y las diferencias entre unos toques y otros son otros valores añadidos. «En Albaida, ese falso progreso que supuso la mecanización del sistema de campanas no se produjo», subraya Luis. Los campaneros se encargan del estudio, la investigación y la conservación. Las campanas constituyen para ellos instrumentos musicales con la labor de marcar los ritmos de la sociedad.
GÓMEZ, Sergio
Levante - El Mercantil Valenciano (14-12-2013)
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