En fechas recientes hemos tenido noticias de la denuncia realizada ante la comunidad de religiosas de San José de la Montaña de Valencia por las presuntas molestias causadas por el toque del reloj mecánico que hay en la torre campanario ubicada en la avenida de San José de la Montaña de esta ciudad.
Ante estos hechos, los servicios técnicos del Ayuntamiento de Valencia han pasado a realizar una medición acústica de los toques del reloj, y han pedido a la comunidad que en el plazo de 15 días silencie el mecanismo por la noche.
El técnico que suscribe visitó las instalaciones de la torre y las campanas el pasado 25 de septiembre de 2009. El templo de San José de la Montaña es Bien de Relevancia Local por la disposición adicional quinta de la ley 5/2007 de 9 de febrero de la Generalitat de modificación de la ley 4/1998 de 11 de junio del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV núm. 5.449 de 13-02-2007). Igualmente el conjunto de campanas es susceptible de ser protegido como Bien de Relevancia Local de Carácter Inmaterial de acuerdo con la citada ley.
El grupo de campanas fue restaurado en 2003, y consta de dos grupos bien diferenciados: una campana de horas con maza exterior por gravedad unida mecánicamente al reloj y cuatro campanas litúrgicas, con yugo de madera, motores de impulsos y electromazos, que reproducen los toques tradicionales, preservan la sonoridad original y no impiden los toques manuales. Se da la circunstancia que en verano de 2003, a causa de un terremoto, se desprendió parte de la imponente figura de San José que corona el campanario, por lo que fue descendida en abril de 2004 e iniciado un proyecto global de restauración de la torre y la fachada que culminó hacia 2006, manteniéndose las instalaciones restauradas con anterioridad.
Cada uno de los conjuntos de campanas está gobernado por un mecanismo diferente. Así, las cuatro campanas litúrgicas están controladas por un ordenador ECAT modelo Sirio 12, que se encarga de los toques automáticos programados (como los toques de oración o las llamadas de misa) y que pueden invocarse también de forma manual con la tecla correspondiente. Estos toques no se ven afectados por la denuncia sonora.
El reloj mecánico, sin embargo, es mucho más interesante afectando a una campana dedicada exclusivamente a este menester. Se trata de un reloj mecánico de dos cuerdas, de remontaje manual. Una de las cuerdas gestiona el movimiento así como la única muestra exterior o esfera de la fachada principal mientras que la otra cuerda gestiona el toque de la campana de las horas con repetición de unos tres minutos y de un solo golpe a las medias, todo ello realizado con la campana ubicada en solitario en la parte superior de la sala de campanas. Según indican la marca de fábrica y las instrucciones colgadas de la pared en la pequeña sala del reloj, el conjunto fue instalado por los Hermanos ROSES, unos fundidores de campanas existentes en Valencia hacia 1920. El reloj fue instalado hacia 1925, fecha de finalización de la torre, y se encuentra en funcionamiento ininterrumpidamente hasta la actualidad, con la circunstancia que es remontado aproximadamente cada semana por las religiosas novicias, es decir las más jóvenes de la comunidad. Como las pesas recaen a un rincón del coro del templo, ellas indican por su posición y altura relativa el momento en que es necesario subir a remontarlas manualmente.
En el momento de la restauración de las campanas y consecuente instalación de un ordenador para gestionar sus toques de forma automática, la comunidad de religiosas no quiso anular el reloj mecánico, como se ha hecho en cientos de lugares de la Comunitat Valenciana, sino que quiso mantener el mecanismo de remontaje manual que habían instalado y mantenido sus antecesoras.
Se da la circunstancia que es uno de los pocos relojes mecánicos existentes en la ciudad de Valencia y el único de remontaje manual. En el momento de mayor auge de la relojería mecánica en la ciudad (años 1950-1970) pudo haber más de cuarenta relojes tanto en la ciudad como en las diferentes pedanías, e inicialmente todos los mecanismos eran de remontaje manual. En consecuencia los “relojeros” (en realidad los encargados del pequeño mantenimiento y remontaje manual) se encargaban de mantener la exactitud de los mecanismos que regulaban su entorno tanto por los toques como por las muestras o esferas. Poco a poco fueron sustituyéndose esos remontajes manuales por otros automáticos mediante uno o varios motores eléctricos. Este cambio tenía una pequeña ventaja, pues evitaba el esfuerzo de subir a “dar la cuerda” y una enorme desventaja, el continuo desajuste horario, pues es bien sabido que los relojes mecánicos reaccionan de acuerdo con la temperatura ambiente. Así, en verano, al alargarse el péndulo, aunque sea imperceptiblemente, el reloj se atrasa mientras que en invierno por el contrario se adelanta. A ello se une una mayor fluidez de los aceites y por tanto un mejor funcionamiento con el calor y un cierto freno con el frío.
En consecuencia, los relojes motorizados, de los que apenas quedan un par de ejemplares en la ciudad de Valencia, como el de Benifaraig, evitaban la subida semanal para el remontaje pero no impedían que dos o tres veces al mes tuviese que subir el encargado para ponerlos en hora.
La aparición de los ordenadores para campanas a finales de los ochenta, de los que el primero fue para la Catedral de Valencia en 1989, supuso un gran cambio. Ciertamente, en lugares como el primer templo de la archidiócesis, donde el reloj mecánico había sido desmontado y enviado a la chatarra 25 años antes, el ordenador suponía el regreso de los relojes, pero en otros sitios, de los que hay docenas de ejemplos en la ciudad, la substitución del reloj mecánico, en muchos casos dejado en la misma torre, por un ordenador, supuso una pérdida patrimonial de carácter irreparable.
Es conocido que el interés por el patrimonio ha evolucionado en los últimos treinta años, y se ha pasado desde un culto exclusivo a los inmuebles, independientemente de su uso, a un interés renovado por los objetos muebles. Pero en los últimos diez años dos nuevos aspectos patrimoniales son el foco de interés. Primeramente el patrimonio industrial, es decir aquellos mecanismos, fruto de una investigación y un desarrollo mecánico, que subsisten hasta nuestros días y más recientemente, y de acuerdo con las instrucciones de la UNESCO, el patrimonio inmaterial o intangible.
Fruto de este interés fue la inclusión en la primera Ley del Patrimonio Cultural Valenciano de 1998, del patrimonio inmaterial, con la misma protección que el mueble o el inmueble. Esta aportación fue pionera en las leyes patrimoniales de España, pues anteriormente la Ley 16/1985 de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español (BOE nº 144 de 29 de junio de 1985) no se atrevió a incluir el patrimonio inmaterial con los mismos niveles de protección que los demás elementos inmateriales. El interés por el patrimonio inmaterial de los valencianos se ha visto completado y mejorado por la antes citada ley 5/2007, así como por la anterior ley 7/2004 de 19 de octubre de la Generalitat de Modificación de la ley 4/1998 de 11 de junio del Patrimonio Cultural Valenciano (DOCV nº 4.867 de 21-10-2004). En los tres casos se refuerza y aumenta el interés por el patrimonio inmaterial, disponiendo en la última revisión una nueva figura que completaba las anteriores, es decir el Bien de Relevancia Local de Carácter Inmaterial, cuya competencia corresponde tanto en la declaración como en la tutela al presente centro directivo, tutela que debe ser compartida por las autoridades locales.
A la singularidad del reloj mecánico de San José de la Montaña, el único de remontaje manual en funcionamiento de la ciudad de Valencia, debe unirse también su uso continuado desde su inauguración hacia 1925, con las lógicas paradas por averías u obras en la torre. No se trata de un mecanismo recién instalado (como lo sería el ordenador que gestiona las otras campanas de la torre) y que de pronto comienza a tocar de día y de noche sin previo aviso y sin consenso vecinal. Por el contrario, este reloj lleva sonando ininterrumpidamente desde los años veinte, mucho antes que naciesen y viviesen la práctica totalidad de los vecinos que comparten su sonido.
Debe añadirse una peculiaridad técnica importante: así como los ordenadores se pueden programar de modo que toquen o no las horas y los días que se desee, los relojes mecánicos carecen de esta posibilidad ya que su transmisión se realiza por medios físicos, mediante cables y palancas, sin que esté prevista ni sea posible la interrupción temporal, sin modificaciones importantes de la maquinaria, que suponen en todos los casos, una importante pérdida de los valores originales del mecanismo.
La Ciudad de Valencia siempre fue pionera en la instalación de relojes, No en vano el primer reloj de la península fue instalado en 1372 o 1374 en la antigua Casa de la Ciutat, de la que queda el recuerdo en el nombre de la calle del Reloj Viejo, frente al actual Palau de la Generalitat.
Hemos dicho sonido y no ruido. Desde la práctica antropológica hemos escrito muchas veces, que la apreciación de lo sonoro es cultural y no solamente mensurable de manera objetiva. De alguna manera “ruido es lo que hacen los otros”, y sobre todo ruido es aquello que la comunidad global puede considerar una agresión. En nuestra ciudad el consenso sobre los niveles acústicos es muy alto, e incluye no solamente los aspectos festivos, sino incluso otros considerados aquí normales como los niveles de voz en una conversación normal.
Incluso en la Ordenanza municipal contra la contaminación acústica (Texto definitivo aprobado en Pleno 30-05-2008. Publicado en el BOP de 26-06-2008), en al artículo 15, citan las excepciones a la prohibición de avisos sonoros:
Se prohíbe, con carácter general, el empleo en espacios públicos de todo dispositivo sonoro con fines de propaganda, reclamo, aviso, distracción y análogos, cuyas condiciones de funcionamiento produzcan molestias.Esta prohibición no regirá en los casos de emergencia o de tradicional consenso, tales como toques de campanario con motivo de fiestas, y podrá ser dispensada en toda la ciudad o en parte de ella por razones de interés general o de especial significación ciudadana. Dicha dispensa deberá ser explicitada en la autorización.
En la disposición adicional primera se insiste además en la exención de la medida acústica cuando los elementos sonoros tengan un valor patrimonial, añadido si se realiza de manera manual:
En todos estos supuestos, cuando tradicionalmente conlleven la realización de toques de campana de carácter manual, se eximen del cumplimiento de los niveles de perturbación máximos establecidos, los citados toques, por su valor histórico y patrimonial, especialmente en el caso del Campanario de la Catedral de Valencia.
Ciertamente no se trata de la Catedral, pero si se trata del único reloj mecánico de remontaje manual, que lleva funcionando desde unos 85 años con amplio consenso vecinal. Dicho de otro modo, este reloj forma parte inmemorial del paisaje sonoro del vecindario. A lo que cabe añadir la imposibilidad técnica de parar a ciertas horas su toque, sin modificar sustancialmente su maquinaria.
Ciertamente habría una opción: que el ordenador gestionase tanto esfera como toques de campanas, pero esto supondría la parada definitiva del reloj, y por tanto un hecho indudable de destrucción patrimonial del último reloj mecánico en activo de la ciudad de Valencia.
Propuestas
Vistos los argumentos patrimoniales existentes, así como las posibilidades que otorga por un lado la Ley del Patrimonio Cultural Valenciano y por otro la Ordenanza Municipal contra la Contaminación Acústica, el técnico que subscribe propone
Estas propuestas deberían ser comunicadas a las partes (tanto comunidad de religiosas de San José de la Montaña como el Ayuntamiento de Valencia) para su conocimiento y aplicación.
LLOP i BAYO, Francesc
(01-10-2009)