Llegué a Filadelfia a ver una campana. Hice una larga fila entre gente de todos las razas e idiomas para ver una campana rota. Antes de ver la intocable “Campana de la Libertad” había un pasillo museográfico, donde se contaba la importancia de la misma, lleno de diferentes replicas e imágenes suyas y por supuesto, de orgullosas frases patrióticas que exaltaban el tan americano sentimiento de libertad.
Pasillo a pasillo se contaba cómo se había incrementado el fetichismo por la campana; cómo la habían visto miles de personas de todo el mundo; historias de padres que suplicaban para que sus hijos pudieran tocarla y cómo su simbolismo se ha potenciado y adaptado a diferentes situaciones como es el caso de la “Nueva Campana de la Libertad” resignificación que las sufragistas utilizaron en su campaña.
Al final, un video corto hace un buen sumario de todo lo anteriormente visto. La excelente edición y la música dejan a cualquier turista listo, con el sentimiento de libertad y la cámara fotográfica en la mano, para tomarse una foto sonriendo al lado de una campana rota que esta custodiada por dos guardias americanos que también sonríen.
Al día siguiente, Jessi, mi guía en la ciudad, me preguntó que a qué otro lugar quería ir. Fue entonces cuando me di cuenta que realmente sólo había viajado a Filadelfia por ir al museo, por ir a ver a Duchamp, por ir a ver el Gran Vidrio.
Sin hacer ninguna fila y con el mapa del museo en la mano, ubicamos la sala y en menos de nada estaba al frente del intocable vidrio roto. No pude evitar hacer un ruido entre ohhh!!! de asombro y ahhh!! de satisfacción, no encuentro la onomatopeya (en todo caso era la misma que había usado Jessi cuando me vio con mi vestido verde).
Esperamos a que la guía del museo, quien explicaba de una forma humorística el trabajo de Duchamp, saliera de la sala con su atento grupo, y entonces nos sentamos al frente. Y nos quedamos varios minutos.
A mi me gustan los nombres raros, casi, casi, es mi fetiche. Y aunque Jessi es mas bien común, su estilo de vida -que descubrí mientras iba transcurriendo el fin de semana-, me cautivó. Esos pocos días en Filadelfia fueron absolutamente increíbles. No la pude pasar mejor; no solo por lo oportuno de los diferentes planes, sino por su encantadora compañía. Es pertinente decir, que en algunas ocasiones también su novia nos acompañaba no tan encantadoramente.
Al ver la campana me sentí hastiada y me rehusé a tomarme una foto con el objeto en cuestión, de fondo. ” Al fin y al cabo es solo una estúpida campana” pensé. Sin embargo, sí saqué mi cámara para tomarle fotos a los orgullosos turistas que posaban detrás de un banda de seguridad. La campana se puede ver, pero no tocar.
Como en el Museo de Arte de Filadelfia no se puede tomar fotos, ni siquiera se me ocurrió hacerlo. Además tengo la certeza que las fotos de los libros son mejores que las que yo podría sacar con mi vieja cámara de turista, así que no tuve otra opción que sentarme en la silla y disfrutar. El vidrio se puede ver, pero no tocar.
Y como Jessi tiene novia, se puede ver, pero no tocar.
CASTAÑEDA, Lina
esferapública (24-08-2008)
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