La utilización de la campana, tanto a bordo de los buques como en tierra, viene de tiempos muy antiguos donde el único medio para contar el tiempo era el reloj de arena. Este básicamente consistía en una pequeña ampolleta compuesta de dos partes unidas por un conducto muy estrecho y que se vaciaba cada media hora.
Aquella ardua tarea de dar la vuelta al reloj de arena era atendida a bordo por un grumete y debido a que al pasar las horas se volvía cada vez más tediosa, lo cual en ocasiones podía producir que el grumete se cayera vencido por el sueño o, simplemente se distrajera, era preceptivo dar por cada vuelta del reloj un «golpe de campana» para indicar, de esta forma tan sonora, que además de señalar la hora, el marinero estaba en su puesto de guardia.
Posteriormente, los turnos de guardia se cumplían de cuatro en cuatro horas, y con el transcurso del tiempo el contramaestre de a bordo, adaptó que el «pique de campana» indicaba con un toque el pasaje de la primera media hora; con dos el de la segunda; y así sucesivamente, hasta ocho campanadas, que señalaba el fin del turno de guardia y el comienzo de uno nuevo. De esta manera tan práctica, pues, nació el uso de la campana en los buques, bases y Arsenales de la Armada y su sonido, incluso hoy en día aunque en menor intensidad que en el pasado, ha llegado a convertirse en uno de los más característicos y familiares a bordo.
Las campanas (gong, campana grande de barco) se han empleado históricamente para multitud de cuestiones o tareas, sobre todo las de seguridad y salvamento. Se han colocado en faros (bien en tierra o embarcados), en boyas, en estaciones de salvamento, etc. En Ferrol era muy conocida la campana del Arsenal, que marcaba las horas de trabajo, dando incluso nombre al famoso Dique de la Campana, o dique de San Julián, construido entre 1873 y 1879, magna obra del prestigioso ingeniero Andrés Avelino Comerma y Batalla (1842-1917). La referida campana todavía se conserva en la Puerta del Dique, que da acceso al recinto militar. También próxima a la «Puerta del Parque» del Arsenal, además de la torre del reloj (con campana), luce otra campana en un monumento alegórico frente a la dársena.
La campana, en muchos casos, era uno de los tesoros más buscados en un barco. Era la encargada de dar eso que se conoce en el argot marinero como «picar la hora», una de esas costumbres aún compartidas por los buques de guerra de todas las naciones. La campana suele llevar cincelado en relieve el nombre del barco, la fecha de su botadura, e incluso, en algunas ocasiones, algún lema pagano o religioso. En tiempos pasados fue, como ya hemos señalado, un instrumento vital, pues servía para dar la alarma, avisar a otros buques o embarcaciones de nuestra presencia en tiempo de niebla cerrada, celebrar algún acontecimiento con su repique y, lo más importante, regular la vida a bordo picando la hora para marcar los cuartos de guardia. Para ello se marca un repique por cada hora transcurrida y un pique en las medias en ciclos de cuatro horas. Otro detalle curioso es aquel que establecía el tamaño de la campana en proporción al tamaño del barco.
Aunque actualmente todo el mundo posee relojes personales, en los buques de la Armada que aún conservan la tradición, el sonido de la campana ha hecho compañía en las guardias de mar y, el no oírla, al menos a los nostálgicos, nos hace tener una cierta sensación de vacío. Esta es tradición que, al fin y al cabo, cuesta poquísimo de mantener y merece la pena conservar.
MUSEO NAVAL
La Voz de Galicia (30-04-2017)
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