No hay pueblo sin torre, ni torre que no tenga campana, pero son muy pocas las que se tocan a mano. La mecanización en los 60 de estos instrumentos de percusión de bronce que antaño fueron el noticiario de los pueblos ha puesto en peligro su toque manual, un lenguaje propio, único, que apenas se conserva en algunas localidades donde la figura del campanero no se ha extinguido.
Hispana Nostra quiere que este evocador sonido no se pierda y ha promovido, dentro de la celebración del 2018 como Año Europeo del Patrimonio Cultural, un toque manual de campanas en España y en Europa. Tañidos, redobles y repiques de torres, campanarios y carrillones de España, Portugal, Italia, Francia o Gran Bretaña, entre otros países, sonarán al mismo tiempo este sábado, a las 12 de la mañana. En la provincia, los campaneros de Caudete son los únicos que, hasta la fecha, se han sumado a la campaña ¡Echamos las campanas al vuelo!.
Desde el campanario de Santa Catalina sonará el toque de Alborada, un repique que es tradicional de las fiestas mayores de Caudete en honor a la virgen de Gracia. Lo tocarán sin solemnidad, es decir, sin voltear la campana mayor, que es tal y como se hace este repique cuando la imagen de la virgen aún no está en la calle todavía, sino en su ermita. El repique acompaña los momentos previos a la salida de la virgen y el volteo, es decir, la solemnidad, indica que la patrona está en las calles.
«Las campanas siempre han contado lo que estaba pasando en cada momento, lo que acontecía, tienen su lenguaje, lo que sucede es que hoy en día la gente no sabe escucharlas, ya no saben identificar cada sonido con su significado», explica el presidente de la Asociación de Campaneros de Caudete, Francisco Javier Ponce, que recuerda haber tañido el bronce de Santa Catalina desde muy niño, como monaguillo. Sigue haciéndolo todavía, a sus 57 años.
En Caudete el oficio de campanero está asegurado, son unas 10 personas las voluntarias que conocen los toques y se encargan de hacerlas sonar cuando es el momento. Hay niños que están aprendiendo para continuar con una tradición, «ya tienen metido el repique básico en su cerebro, eso es lo importante», subraya Ponce, orgulloso de que su saber no desaparezca.
Tradición que antaño llegó a ser un oficio, «al campanero se le pagaba, trabajaba en el campo o tenía otras ocupaciones como carpintero, pero se le pagaba por acudir a tocar cuando hacía falta», relata Ponce. Hubo quien continuo la tradición pero como aficionado, «y ahora, si te descuidas pagamos por tocar», dice con humor este hombre amante del sonido del bronce de Santa Catalina.
En Caudete, explica, están más que acostumbrados al sonido de las campanas, «si no sonaran la gente las echaría de menos, hasta se enfadarían, la gente siente mucho cariño por ellas». En Santa Catalina disponen de cinco campanas, tres góticas más antiguas, datadas en 1739 y 1760; una cuarta de la que se desconoce su fecha de fabricación aunque se cree que es de 1924 y una quinta, la mayor, que se colocó en 2010. Suenan a diario, los toques ordinarios se hacen desde abajo, pero los volteos y los repiques, reservados para días de solemnidad, de fiesta, se hacen arriba. Son necesarios al menos cuatro campaneros para darles la vuelta y hacerlas sonar de acuerdo al lenguaje caudetano.
Caudete es uno de los pocos pueblos donde no se ha perdido esta tradición que desde Hispania Nostra creen que debería ser considerada patrimonio de la humanidad.
Caudete es uno de los pocos pueblos donde no se ha perdido esta tradición que desde Hispania Nostra quieren proteger. Hay toques manuales que datan del siglo XIII, es decir, atesoran 800 años de vida perpetuada gracias a los campaneros. La intención de Hispania Nostra es hacer un inventario para sostener la candidatura antes la Unesco del reconocimiento del toque de campanas como Patrimonio Cultural de la Humanidad y empezarán con este toque del 21 de abril que pretenden sea grabado y difundo a través de su web. En Castilla-La Mancha hay ya camino avanzado, gracias a personas como Eliseo Martínez, campanólogo e investigador en patrimonio cultural inmaterial, autor de un inventario regional de campanas y campaneros de Castilla-La Mancha que divulga a través de la web campanerosclm.com, donde se recogen los toques específicos de cada localidad.
Las campanas tienen su propio lenguaje. Por su sonido, los vecinos podían saber qué acontecía en cada instante, un incendio que sofocar, una fiesta que celebrar, un muerto a quien llorar. En Caudete los campaneros perpetúan los toques propios del pueblo. Saben de los toques de agonizo que hasta los años 70, según relata Francisco Javier Ponce, se tocaban cuando alguien iba a morir. Dejó de hacerse para evitar el sufrimiento del agonizante que desde su cama escuchaba el tañir del bronce por su alma.
Otro se hacía para espantar los nublos, era un toque en cuatro tiempos que se hacía siempre que había tormenta entre mayo y septiembre. Al sonido de las campanas el capellán acudía, sacaba la custodia al altar y celebraba un oficio para pedir que no cayese piedra. «Hasta los no creyentes se enfadaban si no se hacía el toque cuando había nublo». Al finalizar el verano, el sacristán recibían algún kilo de maíz y trigo de las cosechas en gratitud por espantar la piedra. Un toque singular que se practicó hasta los años 60.
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