GONZÁLEZ GUDINO, María Ángeles - Campanas de siempre - Recuerdos de todos

Campanas de siempre

Recuerdos de todos

María Ángeles GONZÁLEZ GUDINO
Valencia (2003)

Gremio de Campaneros de Valencia

AÚn cuando el responsable de las campanas, en rigor, fuera del ordenado ostiario, al crecer estas en nÚmero y en tamaño, se hizo necesaria la colaboración, a veces, de muchos hombres, para poder tocar las grandes campanas. De este modo iría naciendo todo un gremio que dedicaba su vida a las campanas, naciendo con ellos, junto a los campaneros fundidores, el interesante oficio de campanero.

Durante siglos fueron los mejores y más puntuales informadores del pueblo, pues segÚn el canto que imprimían a sus campanas nos informaban puntualmente del acontecimiento que nos rodeaba, y no faltó su presencia prácticamente en ninguna situación trascendental de nuestra historia, durante muchos siglos.

Ellos se preocupaban de la conservación y toque de las campanas, advirtiendo de sus desperfectos y de los del sistema que las soportaba. Gran parte de su vida la pasaron con tan cantarina compañía, pues eran muchas las veces al día que subían a la sala de campanas para hacerlas sonar, desde el alba al anochecer, y en algunas grandes torres campanarios existía la Casa del Campaner, en la que podían vivir. Y esto nos recuerda la figura de Cuasimodo, viviendo junto a las campanas de Ntra. Sra. de París.

Con la desaparición de los gremios, la aparición en los Últimos siglos de una sociedad cada vez más laica y con la mecanización de las campanas iría decayendo, poco a poco el oficio de campanero, que en algunas poblaciones había llegado a ser hereditario, hasta prácticamente llegar a desaparecer. A la vez que esto sucedía, quedaban mudas muchas de nuestras campanas, desaparecían estas de algunos de nuestros campanarios y disminuía su papel informativo y con él muchos de los toques de campana que durante siglos nos acompañaron.

Sin embargo, aÚn queda viva en nuestra memoria la presencia de algunos de nuestros Últimos campaneros, a la antigua usanza. Conocemos sus nombres y en algÚn caso hasta la forma en la que transcurrió su vida. El Padre Corbín, en su obra “Ruzafa la bien plantada” nos da todo tipo de detalles del Último campanero de San Valero, D. Ángel Burguet y Soler, que durante 50 años tuvo a su cargo las campanas de la torre campanario de tan antigua, importante y extensa parroquia de Valencia.

Nacía Ángel en Ruzafa en 1850, siendo uno de los 9 hijos de los dueños de la Alquería de Burguet de Patraix, que vinieron a establecerse en Ruzafa. Por aquel entonces Ruzafa no hacía mucho tiempo que se había declarado municipio independiente (1836), ni tardaría demasiado en, por voluntad propia volver a ser anexionada a Valencia (1877). Su término municipal sería extensísimo, como lo era el de su parroquial, pero más limitado que el de ésta, al no abarcar la zona intramuros de la Ciudad. Si por el norte y por el oeste tenía su límite con el del municipio de Valencia, por el este confinaba con el río TÚria y el mar hasta la Albufera, mientras que por el sur lo hacía con el término de Sedaví. San Valero era la Única parroquia de aquel extenso territorio constituido por varios nÚcleos poblacionales de los que el más importante era el de Ruzafa, del que había tomado el nombre el nuevo término municipal y en el que estaba ubicada la parroquia de San Valero y San Vicente Mártir que nos ocupa, y por abundante población diseminada por su rica huerta. Y las campanas de San Valero, que remedan a las de la Catedral, eran los mensajeros y guías de toda aquella población.

Ángel, desde bien pequeño, manifestó su ilusión por las campanas, subiendo en muchas ocasiones, a escondidas de su padre, a la sala de campanas de San Valero y diciendo que de mayor quería ser campanero. Para quitarle aquella idea su padre le montó un taller de zapatería, en el que se reparaban y hacían zapatos a medida, del que tuvo que hacerse cargo, pero al morir su padre, cuando solo contaba 18 años, dejó el oficio de zapatero para dedicarse totalmente al de campanero. Eran interminables, nos dice Corbín, las horas que pasaba junto a sus campanas, subiendo y bajando del campanario varias veces al día, desde el amanecer para el toque del “Alba”, hasta el toque de “Almas” al atardecer, realizando los mÚltiples toques que debían hacerse a lo largo del día. En la visita que Alfonso XIII hizo a Valencia, procedente de Barcelona, se le encomendó, como campanero de San Valero, actuar de vigía a la espera de la llegada de Su Majestad al puerto de Valencia, y fue él quien dio el aviso del arribo del barco real al puerto, con las oportunas señales, realizadas con el vuelo de sus campanas, al Micalet, para que éste, con las suyas, diera aviso a todas las parroquias de la Capital, anunciando la regia visita, para que se preparan para el volteo general de todos los campanarios de Valencia. Desde los 18 años, en que se hiciera cargo del campanario de San Valero, compartía sus ratos libres visitando a los enfermos. Se cuenta que en la epidemia de cólera que asoló Valencia en 1890, iba a visitar a estos enfermos a las casas que habían dejado en su puerta o balcones la señal del contagio, junto al cura párroco, al que ayudaba en la administración de los sacramentos, sin querer nunca cobrar nada por sus servicios, por lo que el Ayuntamiento de Valencia a ambos les concedió la medalla al “Premio de la abnegación”. Y aquel magnífico juego de campanas, que tanto amaba Ángel, que fueron llevadas al campanario cuando éste se construyó, sufrió el expolio durante la Guerra Civil, siendo repuestas por otras nuevas en 1941.

También conocemos, esta vez por información del propio gremio de campaneros, el Último campanero que vivió en la Casa del Campaner del Miguelete, D. Mariano Folch, y que lo hizo desde 1840 a 1905, aproximadamente, fue pues coetáneo al famoso campanero de San Valero. El aÚn, cada noche, subía a la terraza del Miguelete para hacer, como antaño, la “falla (u hoguera) del Micalet” con un matojo de paja, mientras daba vueltas a dicha terraza corriendo y diciendo que “no había moros en la costa”. Esta antigua costumbre se mantuvo en la torre campanario de nuestra Catedral hasta 1905, es decir mientras pudo hacerlo el Último campaner de la Casa del campaner de nuestra torre campanario, por excelencia.

Como hemos visto existieron campaneros en Valencia hasta el siglo XX. Sería en este siglo cuando, al menos en nuestra tierra, llegara casi a desaparecer tan antiguo oficio. Este decaimiento, no afectaría solo a los campaneros, sino que iría parejo, y muy especialmente en Valencia, a la desaparición de gran parte de nuestras campanas históricas, a raíz de la 2ª RepÚblica y la Guerra Civil, y la posterior mecanización de las campanas. Muchas de aquellas desaparecidas campanas serían sustituidas, a partir de los años 40 del ya pasado siglo, por otras de nueva fundición. Pero no era esta la primera vez que desaparecían campanas de nuestros campanarios o cambiaban de lugar, pues la Guerra de la Independencia, la desamortización de los bienes de la iglesia y las revueltas del siglo XIX tuvieron como consecuencia el cambio de uso de algunos de nuestros más históricos conventos y a la desaparición de algunos de ellos, así como a la ruina y posterior demolición de algunas de nuestras más antiguas parroquias, y con todo ello a la desaparición y baile de muchas de nuestras campanas.

Tras la práctica desaparición de los campaneros valencianos, un grupo de antiguos campaneros y de amigos de las campanas, comenzaron a organizarse refundando el antiguo “Gremi de Campaners Valencians” a finales de la década de los 80 del pasado siglo XX, a fin de que no se perdiera el oficio, agrupando en él a todos los grupos de campaneros en activo de la Comunidad Valenciana, tanto a los campaneros de las catedrales como a los de las ciudades, villas y pueblos. Dentro de este gremio jugó un importante papel en su fundación y continÚa jugándolo el “grupo o colla de Campaners de la Catedral de Valencia”.

Ellos, como hicieran sus antepasados se preocupan de la protección, conservación y restauración de nuestras campanas y de sus mecanismos de sustento, así como del toque de las campanas y muy especialmente de los toques manuales. Intentan sensibilizar a la población hacia sus viejas compañeras, las campanas, con la difusión de sus toques y de todas sus actividades y gracias a ellos se están recuperando muchos de los toques tradicionales, consiguiendo, además, que vuelvan a hacerse manualmente, en muchas de nuestras más antiguas campanas. Pero no termina aquí su labor de conservación y amor a nuestras tradiciones e historia, sino que van más lejos, inventariando nuestras campanas, a fin de saber donde están, evitando de esta forma que estas queden en el olvido o se pierdan, proponiendo para las que por su antigüedad, sonido o conservación lo merezcan, la incoación de expedientes a fin de incluirlas en el Inventario General de Bienes Muebles, para de esta forma preservar para los venideros su conservación y protección, aconsejando, en ellas, en caso de rotura, tan solo su soldadura y en algunos casos su sustitución por una réplica para su uso, y la reconstrucción de sus instalaciones cuando estas han sido sustituidas , a fin de restablecer el valor sonoro y cultural de la campana y los toques tradicionales. Gracias a ellos está ya en fase de declararse BIC (campana, declarada como bien de interés cultural) una magnífica campana de Onteniente de extraordinaria sonoridad. A esta declaración como bien general de esta campana, la primera con tal catalogación, esperemos sigan muchas más, pues muchas son las propuestas por el gremio de campaneros. También se preocupa el gremio de campaneros de documentar todas y cada una de las campanas de nuestros campanarios e instituciones, incluidas las que no tienen gran valor y que por lo tanto en caso de rotura pueden ser refundidas o simplemente sustituidas, pero gracias a esta labor, quedando constancia previa de su existencia.

En cuanto a los toques los analizan, estudian y recuperan los que cayeron en desuso, permitiéndonos disfrutar de su sonido tal y como se hizo durante siglos, estirando de las cuerdas de las campanas a fin de hacerlas vibrar. También se preocupan de que los toques mecánicos reproduzcan, lo más fielmente posible, los toques manuales.

De las 60 campanas góticas que se tienen inventariadas en la Comunidad Valenciana, a pesar de todos los avatares, más de una docena se encuentran en la ciudad de Valencia, entre ellas la más grande de la Corona de Aragón, “El Miquel” y la más antigua en uso “ La Caterina” que data de 1305. Todas ellas bien inventariadas por el gremio de campaneros. Y junto a ellas otro montón de campanas renacentistas y modernas, incluso las posteriores a la Guerra Civil. En ellas se valora no solo su valor histórico, sino también otros factores como su sonido y la calidad de su fundición. En ésta bÚsqueda de nuestras campanas y en su recuperación está una de las misiones más interesantes del gremio de campaneros de la Comunidad Valenciana, en el que esta integrado la “colla de Campaners de la Catedral”.

San Valero, San Martín, los Santos Juanes, el Patriarca, la Congregación, San Esteban, Santa Mónica, Santa Lucía, Santa María del Mar, y tantas y tantas iglesias parroquiales o no, siguen volteando sus campanas en las fiestas patronales de sus barrios, algunas, como San Martín, Santos Juanes, San Esteban o la Congregación, además, en aquellas fiestas de la Ciudad en las que la Procesión General pasa por ellas. Otras, como San Martín o San Valero lo hacen además para llamar a la gente a determinados oficios religiosos, como a Misa, los domingos, pero tal vez es nuestra Catedral la que se lleva la palma por el nÚmero de sus toques y por la frecuencia con que estos son manuales. Unas veces nuestras campanas suenan de la mano de los campaneros, otras mediante sus dispositivos de mecanización, en uno y otro caso los campaneros se preocupan de la forma de tañer nuestras campanas, de que se realice este tañido de la manera más pura y más tradicional, por ello en muchos casos los toques mecánicos vienen controlados por ordenador, este a su vez programado y controlado por el gremio de campaneros, a fin de que la mecanización de las campanas altere lo mínimo posible su sonido original. La gente de Ruzafa, cuando se refiere a los toques de su antigua parroquia se expresan diciendo: “En San Valero se toca todo, se toca en las fiestas, se toca a diario y se toca también el Ángelus”.

Otras de las características de este gremio es su campanario móvil, pensado y casi seguro diseñado por ellos mismos, con capacidad para varias campanas, que se integra en algunos conciertos como un elemento más musical, como recientemente lo hicieron en el Concierto de 12 de Julio pasado, concierto organizado como inicio de los actos conmemorativos del Centenario de la Banda Municipal de Valencia, la primera y más antigua de España de sus características, que siempre ha gozado del cariño de todos los valencianos, como se demostró con la gran afluencia de pÚblico que acudió a los Jardines del Palau para, una vez más, oír a su Banda, para acompañarla en su Centenario. Y en aquel concierto estaba también presente el gremio de campaneros con su campano móvil. El sonido de sus campanas se sumaba al del resto de la banda en la Sinfonía 1812 y en la interpretación de nuestro Himno Regional, dando mayor solemnidad a estas piezas musicales. Campanas, banda y espectáculo piro musical, magnífico inicio de tan querido centenario.

Una de las grandes preocupaciones del gremio es el rescate de las campanas, y muy especialmente de las góticas y las históricas pues son conscientes de que parte de este patrimonio que representan nuestras más antiguas campanas, se está perdiendo, al ser malvendidas como chatarra a muy bajo precio.

Estamos ante el gremio de campaneros ante un gremio cuya primera etapa duró siglos, cuyos componentes, tal vez ya no agremiados, por la desaparición de esta antigua organización laboral, han llegado hasta el siglo XX, como buena cuenta de ello nos la da el viejo campanero de San Valero o el de la Catedral de Valencia. Hacia ellos mi reconocimiento a la labor bien hecha y mi agradecimiento por su amor a nuestra historia y nuestra cultura a través de esas viejas compañeras que son nuestras campanas y esto lo dice una persona como yo, que reconoce en ellas a un buen acompañante, a pesar de, por pura ignorancia, no ser capaz de valorar más allá de lo que ellas son capaces de darle a sus sentidos, no educados para ello, de no ser capaz de percibir toda la belleza y grandiosidad que son capaces de darnos estas viejas compañeras que llegaron a nuestra tierra de la mano del Rey Conquistador, y que quedó impresionada, aunque algo sorda, ante el volteo general de las campanas del Micalet, tocadas a mano por la colla de Campaners de la Catedral de valencia, en el mediodía del día de la festividad del Corpus Christi.

Gracias al gremio, y muy especialmente a los campaneros de la Catedral de valencia, con ocasión de la Exposición Internacional de Sevilla de 1992, a la que se llevaron tres campanas góticas del Miguelete, de las seis que se trasladaron, se restauraron todas las campanas de la torre de campanas de nuestra Catedral, todas ellas al menos históricas, y bastantes góticas y se rehizo su matraca, como también gracias a ellos los valencianos disponemos de un calendario de actuaciones, que se extiende a lo largo de todo el año, en el que podemos disfrutar de los toques manuales de sus campanas. Y estos toques los realizan sin cobrar nada, de forma desinteresada, contando con la colaboración del Cabildo Catedral, que ve en ellos una bella forma de honrar a Dios y engrandecer sus fiestas y del Excelentísimo Ayuntamiento de Valencias que patrocina los toques civiles y los de sus fiestas patronales, es decir aquellos que desde antiguo venía pagando hasta bien entrado el siglo XX y todo ello sin olvidar los toques de los domingos y los demás toques diarios, que están electrificados y controlados por ordenador, y para los que se dejó la electrificación de “La Bàrbera”, permitiendo además esta, su toque manual. Como están electrificadas las campanas de los cuartos y de las horas, pero siempre pensando en que esta electrificación de las campanas no altere ni el sonido ni el ritmo de sus toques y que estos correspondan lo mas fielmente posible al de los toques manuales.

Hoy como antaño, la colla de Campaners de la Catedral de Valencia se da en cuerpo y alma a sus campanas y muy especialmente a aquellas en las que se ha recuperado sus mecanismos de toque manual. Once son las campanas que en la actualidad se encuentran en la Sala de campanas del Miguelete. Todas ellas mantienen sus antiguas y más o menos complicados sistemas de cuerdas para hacerlas sonar. Solo una, como hemos visto persiste electrificada para los toques diarios, las demás han vuelto a su estado original, después de un breve período de electrificación que, a Dios gracias, se suprimió pronto y que no afecto en absoluto a su recuperación. Allí, a diario, en su sala, se las puede visitar y allí nos encontramos a Francisco Llop, el anciano campanero, que las cuida como a sus propios hijos, mientras ellos, campaneros también, pues de su padre bien aprendieron tan complicado oficio, nos permiten disfrutar de ese espectáculo de las campanas lanzadas al viento, como se hiciera desde el tiempo de la Reconquista. Este campanero perpetuo de nuestra Catedral puede ofrecernos el espectáculo, segÚn la hora, de voltear una de las campanas en deferencia al ciudadano que ha realizado el esfuerzo de subir hasta la sala de campanas. Solo en el horario establecido, en las muchas festividades que tiene Valencia, tanto religiosas, como cívico religiosas, veremos voltear más de una campana de esta sala a manos de los campaneros de la Catedral, con Francisco Llop a la cabeza. Ellos las limpian, vigilan su estado, reparan sus cuerdas y sus mecanismos de sujeción, ven si en alguna de ellas, con el tiempo, aparece alguna grieta que pueda ponerla en peligro, y si esto sucede proponen su reparación, siempre mediante pura soldadura, nunca con su refundición. Saben que estas campanas constituyen hoy en día el juego más valioso de campanas de las que se voltean a mano y entre ellas, manejan “la Caterina”, la más antigua en uso de la Corona de Aragón. Si bien la Catedral de Mallorca nos gana en el nÚmero de campanas del siglo XIV, con su juego de cinco campanas de ésta época, no por ello dejamos de tener el juego de campanas más interesante de España, pues las nuestras cantan, frecuente y periódicamente, como lo hicieron siempre, no permanecen mudas, ni mandadas por un ordenador. Son hombres, con sus ventajas e inconvenientes, los que las hacen repicar y voltear, los que les transmiten sus propios sentimientos, por ello su toque es mucho más singular. Aquí, en Valencia, se hace arte del sonido de las campanas. En otros sitios o están mudas o su sonido es pura tecnología. Recuerdo a mi padre llevándome de la mano, y explicándome esta sencilla y fundamental diferencia, existente entre una obra de arte y una obra mecánica perfecta. Estábamos ante dos hermosos balcones de hierro forjado, uno más perfecto que el otro, su dibujo, simétrico, se repetía siempre de la misma manera, sin ninguna alteración, el otro presentaba algunas irregularidades, parecía como si su fabricación se hubiera cuidado menos. En algÚn punto era bellísimo, pero no perfecto. Ante ellos, mi padre me dijo, pues bien hija MIA ese balcón tan perfecto tiene sus piezas troqueladas, por ello salen siempre igual. Puedes hacer miles con el mismo troquel. En cambio ese, que a ti te parece más descuidado es Único, ni tan siquiera en él vas a encontrar en sus piezas una simetría perfecta. Este es arte, y el arte no se repite, esa pieza ha salido de la mano del hombre de principio a fin.

Puede que el toque de las campanas de la Sala de nuestra Catedral parezca siempre el mismo, pero si pudiéramos recordarlo exactamente, nos daríamos cuenta que siempre es diferente, pues el que las toca transmite su sentir en el momento en que esta tocando, su estado de ánimo, transmite su fuerza y el empuje que le da, no puede ser nunca exactamente igual. Y esto, se pierde con el tiempo. Se necesita mucho amor para seguir un oficio que se encuentra, diría yo, al menos aparentemente en decadencia, otra vez sustituido por la tecnología y el ordenador. Si esto puede ser menos costoso, y hasta quiero admitir, más perfecto y propio de las campanas más modernas, que nacen en otra época, con otros avances, no por ello hagamos enmudecer a nuestras más antiguas campanas, no las prostituyamos con las más avanzadas tecnologías, mantengámoslas puras, tal y como se fundieron, con sus antiguos mecanismos, disfrutemos de todo lo que son capaces de darnos, pensando que poco a poco van desapareciendo, que aunque no fuera más que como recuerdo histórico, vale la pena mantener el toque manual de las campanas de nuestra Catedral. Lo entendió bien nuestro Cabildo Catedral y nuestro Ayuntamiento, devolviéndoles su voz original, aunque pienso que cuando se decidió a ello no sospechó toda la trascendencia e importancia que tenía este hecho. Hoy Valencia, con sus campanas, tiene una curiosidad más, si no Única, si la más importante de España. Tal vez por ello, o a raíz de ello, fueron elegidas, entre otras cosas, para representar a la Comunidad de Valencia en la Exposición Internacional, nuestras viejas campanas. Hoy, el Ayuntamiento de Valencia, asumiendo muchos de los toques de nuestra Catedral, los más importantes, está contribuyendo muy positivamente a revitalizar el antiquísimo gremio de campaneros, permitiendo su continuidad y crecimiento, y no debemos olvidar que con sus más de doscientos agremiados, es el gremio de campaneros de la Comunidad Valenciana, el más importante de los gremios de campaneros existentes en la actualidad en España.

Cómo nos hablan las campanas

Muchos son los toques manuales que se pueden realizar con las campanas, con una sola o con un juego de ellas que multiplica sus posibilidades, y los viejos campaneros bien lo sabían. Con la campana daban el mensaje a la gente sencilla y con una composición sonora diferente para cada mensaje, especificaban lo que se les transmitía. Se obtenían así diferentes sonoridades, bien por la velocidad y frecuencia del tañido, bien por el nÚmero de campanas utilizadas, cada una sonando en un tono diferente, segÚn la longitud que imprimían al toque, al golpear la copa de la campana con el badajo. Hacían su función tirando de las cuerdas y segÚn la distancia a la que tiraban obtenían distintos sonidos de una misma campana. Así para el repique cogían las cuerdas casi desde el propio badajo, por lo que tenían que hacerlo siempre desde la sala de campanas, debiendo dar más amplitud a otros tipos de toques, pudiéndose hacer algunos desde abajo.

Muchos y de muy diversas formas, eran los toques sonoros que imprimían a las campanas y ellos se sentían orgullosos de sacarles el mejor partido, su más puro sonido. Algunos de aquellos toques están en trance de desaparecer, otros han sido recuperados y hoy se hacen unos a mano, otros de forma mecanizada, controlados por ordenador en muchos casos.

Es ya un lujo poder escuchar los toques manuales, pues estos son infrecuentes al ser muchas las torres-campanarios cuyas campanas han sido mecanizadas, aunque algunas, a pesar de la mecanización permiten también su toque manual, lo cual es para mí muy importante.

Entre los diferentes mensajes que a lo largo de los siglos nos han dado las campanas, muchos de ellos han y están relacionados con la muerte, tanto en fase previa como inmediata posterior, así como en el recuerdo de los difuntos. Es el Defunctus ploro, uno de los más viejos usos que han tenido las campanas. Con estos mensajes no solo conocíamos el hecho, sino por el modo, la importancia del fallecido, su edad y sexo, si ésta se había producido o si estaba en trance de producirse.

Tomemos como ejemplo los toques del templo parroquial de Villarrubia de los Ojos, recogidos por Fabián Martínez Redondo, dados a conocer por el gremio de campaneros, para describir algunos de los toques que durante siglos han oído nuestros predecesores, algunos de ellos aÚn en uso en las iglesias parroquiales de nuestros pueblos.

Entre los toques de duelo que nos describe se encuentran:

El Viático
La administración de la Eucaristía a los moribundos se anunciaba con un toque de dos campanas graves, una pausa, una grave y una pausa, repitiendo el ciclo unos minutos antes de salir el sacerdote de la parroquia acompañado del monaguillo tocando la campanilla.
Tránsitos
Se tocaban en el momento de fallecer una persona, pudiendo ser más o menos largo, con más o menos frecuencia a lo largo de todo el día hasta la señal de entierro. Comenzaban normalmente tras el Ángelus de la Aurora o antes del de la tarde, si el fallecimiento ocurría durante el día, sonando en el momento de comunicárselo al campanero. Se hacía normalmente con una campana de tono agudo empezando por cinco golpes agudos al inicio de la señal, que faltaban en caso de que el finado no hubiese recibido la Extremaunción, seguidos de una pausa y dos campanadas durante unos minutos, terminando con tres clamores, dados normalmente por más de una campana, si era varón, dos si era hembra y varios si era clérigo, en mayor nÚmero cuanto mayor era su jerarquía. Hoy cuando se tocan se hace solo al anunciar la defunción.
Tránsitos de gloria
Estaban reservados a la defunción de un menor de siete años. Se alternaban las campanas en tañidos seguidos, sin pausa, terminando por los clamores, tres si era niño, dos si era niña. El toque era más lento y duraba más si la familia era pudiente y más rápido y corto si era modesta.
Señal de entierro
Se iniciaba una media hora antes del sepelio y significaba que la comitiva fÚnebre se había puesto en marcha desde la casa del fallecido hasta la parroquia, finalizando al llegar a esta. Solía hacerse percatando alternativamente dos campanas, con una pausa entre golpe y golpe, finalizando con los clamores, 3 para el varón, dos para la hembra.
Dobles o funerales
En ellos tocan dos campanas alternativamente, comenzando percatando el badajo tres veces de sonido grave, seguido de uno agudo y uno grave, con una pausa seguida de tres golpes graves, uno agudo y otro grave con pausa, para terminar con tres sonidos graves y dos clamores, y así durante unos minutos, cerrando el Último ciclo tres clamores en caso de varón y dos en caso de hembra.
Toque de ánimas
Se realiza por las noches, para invitar a rezar por las ánimas del purgatorio. Consiste en cinco campanadas graves, una pausa y tres clamores, repitiendo el ciclo durante unos minutos. Si al día siguiente se preveía un funeral se tocaba después un doble para anunciarlo. Solía hacerse a las ocho de la noche en verano y una hora antes en invierno. Desde la Catedral de Valencia este toque está mecanizado y se realiza a diario.
Toque de Todos los Santos
El día de todos los Santos, va seguido del día de difuntos y en él y su noche las campanas no paraban de tocar. Se comenzaban los toques a las tres de la tarde con dobles hasta el toque de ánimas a las nueve de la noche. Después del toque de ánimas comenzaban a tocar clamores toda la noche, hasta el Ángelus del alba.

Toques de llamamiento a la oración son:

Maitines
Era el primer toque del día, antes del Ángelus del alba que se daba para llamar a la oración de maitines.
Ángelus o Ave María
Se tocaba tres veces al día, con la aurora, al mediodía y anochecido. Para realizarlo se percutía el badajo tres veces en la campana de sonido más suave seguidos de una pausa, en una serie de tras golpes, finalizando con varias campanadas durante unos minutos con la misma campana. El Ángelus se toca a diario, como toque mecanizado en la Catedral de Valencia.
A Misa
Además de la misa diaria, en las ordinarias de días festivos y domingos se realizaba este toque media hora antes de la misa, con la campana de sonido grave o suave, un segundo cada tañido, durante unos minutos. Este toque sigue haciéndose en la iglesia parroquial de San Martín media hora de la misa de 12. Se ha limitado este toque a muy pocas parroquias de Valencia, al parecer por considerarse excesivo el nÚmero de parroquias que lo tocaban.

Toques de alerta a la población en situaciones de riesgo son:

Tentenublao
Es toque de aviso de que se avecina una tormenta. Es un toque rítmico, acompasado. Se inicia con tres golpes de campana de sonido grave y un golpe en la de sonido agudo, con apenas pausa, seguido de cuatro golpes graves y uno agudo, ligera pausa, cinco graves y uno agudo, iniciándose de nuevo el ciclo de 3/1, 4/1, 5/1, durante unos minutos.
Rebato
El toque a rebato es un toque de alarma ante cualquier peligro, aunque habitualmente se utilizaba ante la proximidad de un incendio o de una inundación. Tiene su origen en la alarma dada por el ejército, ante la proximidad del enemigo. En él se dan cinco campanadas seguidas con dos campanas casi simultaneas, rozando los clamores, repitiéndose en intervalos cortos, segÚn se avivaba o se extinguía, el incendio o en general el peligro, y hasta que este desaparecía.

El Festa decoro de las campanas, es decir su llamada y engrandecimiento de la fiesta viene generalmente dado por los repiques y los volteos.

Repique de fiesta
Las campanas repicaban tanto en la víspera como en el día de la fiesta, cuando ésta es una Fiesta Mayor, como también repican, en general, anunciando bautizos, bodas, y siempre que hay un motivo de regocijo del pueblo. El grado de fiesta estaba señalado por el modo de especial de repicar las campanas. También repican como alabanza a Dios. Esta forma de tañer repetidamente las campanas, con cierto compás, en señal de fiesta o regocijo, comienza con un tañido de campana grave, seguido de una ligera pausa, alternando seguidamente cinco golpes rápidos con cinco más lentos, de la misma campana. después de una ligera pausa se inicia otra serie de percusiones, cambiando la campana por la de sonido agudo con la misma frecuencia de repiques rápidos y pausas, alternando las campanas hasta llegar algunas veces el repique a tan poca intensidad que se perdía en la lejanía, volviendo progresivamente el sonido de las campanas alternas, recuperando su total sonoridad. El repique más o menos largo finalizaba con tres campanadas de sonido agudo.

Junto a estos toques, existen muchísimos más, algunos de ellos los veremos más adelante, pero nos sirven para ver como nos hablan las campanas con un lenguaje claro y conciso: un toque para cada cosa y cada cosa tiene su toque específico. Hoy a muchos se nos ha olvidado el lenguaje de las campanas.

María Ángeles GONZÁLEZ GUDINO
Valencia (2003)

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