LLOP i BAYO, Francesc - El “Micalet” calla por las noches

El “Micalet” calla por las noches

El silencio nocturno de la campana de las horas de la Catedral de Valencia

Acabamos de regresar de un largo viaje por el oeste de la península, desde Galicia hasta Castilla y León, pasando por Portugal y acabando en Andalucía Occidental, para completar el estudio de las campanas de las catedrales de España, que venimos realizando, por encargo del Ministerio de Cultura, en los tres últimos años.

De tanta belleza visitada, de tantos monumentos estudiados y vividos nos quedan, sobre todo, sensaciones. Naturalmente también quedan miles e fotografías, de notas y de datos, que requerirán un trabajo paciente durante muchos meses. Pero nos quedan sobre todo sensaciones vividas, algunas de las cuales nos llenaron de envidia.

Recuerdo, especialmente, el privilegio de encontrar un hotel cerca de la Catedral de Santiago de Compostela, precisamente en la calle de las Campanas de San Juan, y dormir un par de noches mecidos por el toque regular de las campanas del reloj. Aún debo decir, de las grandes campanas del reloj. La “campá dos cuartos”, mayor que nuestra Maria, la más grande campana de volteo de la Catedral de Valencia, que suena día y noche marcando el paso de quince minutos, y la gran “campá das horas” o “Berenguela”, que tiene veintitantos centímetros más que nuestro “Micalet” y que suena, de día y de noche, para marcar el paso del tiempo. Ambas campanas gallegas, recientemente restauradas, están ubicadas a una altura similar a las nuestras, y su sonido se extiende, generoso y repetido, por los barrios antiguos que rodean la Catedral del Apóstol.

Sin embargo, en Valencia, desde hace más de un año, el “Micalet” calla por las noches, sin que nadie haya reparado en ello, tras una decisión a nuestro parecer un tanto precipitada.

Una campana de concordia

Los valencianos hemos buscado, desde siempre, poseer, los primeros, las últimas novedades tecnológicas, y la cosa no viene de ahora. Así, hacia 1372 o 1374, el Ayuntamiento de Valencia decidió poner encima de su casa consistorial, el primer reloj de la península, realizado probablemente por un alemán. El reloj retrasaba seis u ocho horas al día, pero fue el primero. Y, como reloj, estaba dotado, sobre todo, de una campana, para tocar el paso del tiempo.

Los relojes, en aquel momento como ahora, eran una referencia relativa, ya que indicaban, más o menos, el paso de las horas, pero la gente se guiaba, hasta muchos siglos más tarde, por los toques de las campanas de la Catedral y otras iglesias, que marcaban las partes de la jornada, es decir el amanecer, la media mañana, el medio día (la única hora exacta, al coincidir con el punto más alto del sol), la tarde, el atardecer. De noche, no había luz por las calles, y muy poca por las casas, así que la vida se concentraba en los edificios, fuera la hora que fuera.

No obstante, el reloj era un instrumento de prestigio y de autonomía municipal y el ayuntamiento de Valencia era consciente que aquel primer mecanismo (ubicado frente a la calle “del Reloj Viejo”, aún existente) no difundía bastante su sonido por toda la ciudad.

Por aquellos momentos comenzaba a gestarse una torre nueva para la Catedral. Tampoco les satisfacía el “Campanar Vell” ubicado en la calle de la Barchilla, del que quedan algunos muros, y que por su escasa altura no sólo transmitía mal el sonido de sus campanas, sino que daba una mala imagen de la ciudad.

Y llegaron a un acuerdo, a una “Concordia” – hermosa palabra – para ubicar en la torre nueva, “el Campanar Nou”, una gran campana que sirviera para tocar, exclusivamente, de día y de noche, las horas del reloj. En esta Concordia participaron las fuerzas vivas de principios del siglo XV: el “Capítol” o Cabildo de la Catedral, “la Ciutat” o Ayuntamiento. No harían, como en otros lugares de Europa, una torre para cada uso, sino que la gran torre de la Catedral serviría para cosas diferentes, según los niveles. En el piso superior se ubicaban las campanas litúrgicas, las que ordenaban la vida religiosa y civil de la ciudad (desde los toques de oración que servían para abrir o cerrar las murallas, hasta los toques de coro o los de la misa mayor, que indicaban tiempos de apertura y cierre de tiendas, pasando por los toques de difuntos que no sólo pedían una oración por su alma, sino que informaban sobre su edad, sexo o estatus social). Pero encima de todo, en la terraza, “en la summitat”, se ubicaba la campana de las horas, dedicada a San Miguel por ser éste, en muchas catedrales, desde Utrecht a Sevilla, un excelente protector contra las tormentas y otras nubes “malas”.

Que la campana y el reloj eran de la ciudad, es decir municipales, lo tuvieron claro durante muchos siglos. La famosa “Consueta” de Herrera, de 1705, que ordena los rituales de la Catedral, y que aún sirve de referencia para los toques manuales de campanas dice “y en lo mas encumbrado dela Torre estâ la Campana del Relox, y estâ es de la Ciudad”. El maestro de ceremonias de la Catedral no podía referirse a la campana de los cuartos, ya que es posterior, de 1736, de cuando aplicaron el péndulo a los relojes y éstos eran ya tan exactos que podían tocar cada quince minutos, con una precisión aceptable.

Incluso, cuando el Cabildo decidió, en 1968, mecanizar seis de las campanas de la torre, dejaron sin mecanismo al “Micalet”, ya que era cosa municipal, y fue el propio Ayuntamiento, en 1990, el que subvencionó el primer ordenador que no sólo accionaba las campanas aún eléctricas de la torre, sino que gestionaba el toque del reloj.

Por eso, porque la programación informática lo permite, se dispuso que la campana de las horas, nuestro entrañable “Micalet” sonase de día y de noche sin interrupción. Sin embargo se programó la campana de los cuartos para que callase durante la noche, dando un solo golpe a la media, correspondido a las horas por la campana mayor.

Hace más de un año se tomó la decisión de parar las campanas desde las doce de la noche hasta las ocho de la mañana, siendo éstas las últimas y las primeras horas tocadas. En esta decisión, que no fue comunicada a la opinión pública, tampoco participó el Ayuntamiento de Valencia, que algo tiene que decir con respecto a las campanas y al reloj de la ciudad, y que se encarga de mantener mediante subvención anual a los “Campaners de la Catedral”.

Nosotros creemos que, al menos, la campana de las horas, el “Micalet”, debe tocar de día y de noche sin interrupción, porque su sonido, grave y agradable al oído, es como el batido del corazón de la ciudad. Su silencio nocturno aterra, porque muestra una ciudad muerta, solamente surcada por el estrépito imparable y sinsentido de los vehículos de motor y de los grupos de alegres bebedores, que poco aportan al descanso de sus vecinos.

Nos gustaría, al menos, que la opinión pública, también diera su parecer sobre este doloroso e innecesario silencio.

LLOP i BAYO, Francesc (Antropólogo y campanero)
Levante - El Mercantil Valenciano (18/10/2006)

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