La reforma de la torre permite ver las campanas a un metro de distancia, en la terraza superior habilitada. / CELEDONIO
La escalera de caracol que se construyó cuando se erigió la Abadía apareció al hacer las obras de reforma de la torre en 2004. Su hallazgo constituyó una sorpresa. La torre del campanario del siglo XIII sufrió grave quebranto en el incendio de febrero de 1941. Ardieron y se hundieron los pisos y el calor fundió las campanas. La torre, al hacer de tiro, propició que se quemase gran parte de la Catedral.
En junio de ese mismo año y después de una primavera lluviosa tres de sus cuatro paredes se derrumbaron, la que quedó en pie se sostuvo gracias a la escalera de caracol, realizada en piedra y que fue rehabilitada al hacerse la reforma. Por ella se puede ascender hasta la última planta donde están las campanas y hasta salir por una ventana al exterior, a una especie de terraza sobre el tejado de la Catedral desde donde se divisa una espectacular vista de Santander.
La torre se reconstruyó en la difícil posguerra con hormigón y piedra. La obra se acometió al tiempo que las dependencias que se habilitaron detrás de la girola para sede del Archivo Catedralicio y Diocesano.
Impresiona ver las campanas a un metro y casi poder tocarlas. Fueron realizadas por Abel Portilla, de cuyo taller en Gajano han salido grandes muestras de este arte musical. Las campanas tienen nombres singulares: campanón de Los Mártires, y campanas de San Fernando, María Magdalena, San Sebastián, San Martín, así hasta ocho, cuyos pesos son 1.400; 1.100; 950; 500; 410, 275, 180 y 135 kilos. Tocaron por primera vez el día de Navidad de 1999, anunciando el Jubileo del año 2000.
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