LLOP i BAYO, Francesc - Campanas y tiempos

Campanas y tiempos

No es fácil hablar, en pocas líneas, del papel de los toques tradicionales de campanas, como constructores de tiempo. Y no es fácil, porque precisamente las campanas, a través de la mayor parte de sus toques, han servido para construir el tiempo de su comunidad. Aunque eso sí, midiendo el tiempo, los tiempos, de maneras diferentes.

Reloj de la torre de Cerdà, de los llamados de herrero - Siglo XVIII

Las campanas y el reloj

Desde muy antiguo los toques de campanas iban asociados al reloj. Sin embargo, estos toques no tenían, en absoluto, la exactitud y la importancia que le asignamos ahora. Es sabido, por ejemplo, que la Casa de la Ciutat, el que ahora llamaríamos ayuntamiento de València, contó, desde 1374 con el primer reloj mecánico de toda la península. AÚn queda el recuerdo de una calla, llamada precisamente del Reloj Viejo, y que se encuentre frente al lugar que ocupó esa antigua maquinaria. Fue la primera, pero también muy poco exacta, con retrasos de hasta seis horas diarias. Por eso, a los pocos años, cuando se acordó construir la torre de la Catedral, llamada entonces el Campanar Nou, en 1381, se pensó unir los esfuerzos del Cabildo, del Obispo y del Ayuntamiento, para poner, en su parte más alta, una gran campana de las horas, que marcase el tiempo de la ciudad, hasta sus murallas, i més enllà. La torre se hizo, se le dotó de una gran campana, que se dedicó a San Miguel , protector de las alturas, y la gente le puso, a la campana que no a la torre, el apodo de Micalet, el pequeño Miguel. Ahora la gente piensa que ése es el nombre de la torre, y no de la campana, pero esa es otra historia.

El caso es que el reloj siguió sonando (a veces manualmente, la mayor parte de los siglos con grandes mecanismos), pero ese tiempo más o menos exacto y regular, carecía de importancia para la comunidad, ya que las otras campanas de la torre, las de abajo, marcaban el tiempo real, el tiempo de la jornada, de la semana y del año.

Las campanas y el tiempo de la comunidad

Los toques de campanas comenzaban con el alba, que coincidía con la salida del sol. Luego, a horas fijas, había diversos toques para anunciar las distintas misas y los oficios. El Único toque que no cambiaba a lo largo del año era el del Angelus, a las doce en punto (cuando se vivía a la hora solar). Ese momento era fácil de determinar, incluso sin reloj, ya que el sol hacía la menor sombra posible. Por la tarde, otra vez los oficios, y lego, al atardecer el toque del Ave María, coincidiendo con la puesta del sol. Un rato más tarde, de noche oscura, el toque de Ánimas, pidiendo la oración por los difuntos, y anunciando el silencio de la noche, roto Únicamente en caso de alarma, y si no la hubiese, por el toque del alba del día siguiente.

En esa sociedad tradicional, con relojes poco exactos, o sin relojes, el tiempo se medía en función de la jornada, es decir del tiempo que luce el sol, ya que por la noche, con malos medios de iluminación, la vida se detenía o al menos se recluía en las casas.

De noche poco valían los relojes, y las doce podían ser aproximadas, o no tocarse. Igual daba, porque, generalmente el principio del día solía coincidir con las doce del día anterior, así como lo leen. No hay que extrañarse tanto de esta manera de empezar el tiempo, de manera segura (las doce es el Único momento exacto segÚn el sol): aÚn recordamos en parte esa manera de medir el tiempo: ¿no empiezan las fiestas, el tiempo de las fiestas, la víspera a mediodía? ¿No tocan las campanas indicando el inicio de un tiempo especial, el tiempo festivo?

Así ocurría, que los sábados a mediodía había un toque especial, tras el Angelus, para anunciar que el día siguiente era festivo, toque que se repetía por la noche, al alba y otra vez al mediodía de la festividad.

Por otra parte el tiempo se medía, sobre todo, en ciclos anuales, marcados por las fiestas, mayores o menores, y no tanto por el cambio de calendario, de mucha menor incidencia.

Toc de cor de primera , para las fiestas principales - Catedral de València

El toque de fin de año

En consecuencia, ¿qué hay del toque de las doce de la noche para marcar el final de un año y el principio de otro?

Desde un punto de vista tradicional, nada, porque nada se celebraba ni se vivía, al menos de la manera actual. Ni los relojes, poco exactos, ni la falta de iluminación de las calles, ni la manera de medir el tiempo (sobre todo) justifican ese nuevo toque, que no es toque, sino reflejo de las doce de la noche, que ahora marca el paso de un día a otro, de un año a otro, de un siglo a otro, de un milenio a otro, pero que no hace tanto tiempo pasaba inadvertido. Como pasa para nosotros el Angelus o el toque de alba, que por cierto sigue sonando cada día en la Catedral y en muchas más torres de la Comunidad Valenciana.

Curiosamente, estos toques antiguos, referidos a otro tiempo y a otra manera de medirlo, había desaparecido de la casi inmensa totalidad de los pueblos y ciudades, por la extinción de los sacristanes. Han sido precisamente los ordenadores, que ahora gestionan los toques automáticos de las campanas, los que han permitido recuperar estas tradiciones sonoras, que nos llevan a nuestra historia más antigua.


Francesc LLOP i BAYO (València 1951) es doctor en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid., con una tesis sobre los toques tradicionales de campanas en Aragón Durante muchos años trabajó de mecánico de la Compañía Telefónica, aunque ahora es uno de los técnicos de Etnología de la Generalitat Valenciana. Es campanero desde 1971 de la torre del Patriarca, de València, y en 1988 participó en la creación, con muchos otros, del GREMI DE CAMPANERS VALENCIANS. Desde entonces se encarga esta asociación cultural del toque de las campanas de las Catedrales de Segorbe y de València. En esta Última torre se realizan no menos de 200 toques manuales al año.

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    © Francesc LLOP i BAYO (2002)
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    Actualización: 19-03-2024
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