Durante este confinamiento, si hay algo que se puede sacar en positivo (que seguramente habrá más) es que hemos podido disfrutar del sonido del silencio. Suena contradictorio, ¿verdad? Pero es que, como se dice en mi profesión: los silencios también son música.
En mis idas y venidas a “mi casa”, mi otra casa, que es nuestra amada parroquia, veía estas calles vacías, sin vida... una estampa totalmente inusual, impensable en un barrio como el nuestro. Solamente el hermoso Mercado Central y algún que otro comercio pequeño, que jugándose la salud, permanecían abiertos para abastecernos. Espero que todo el vecindario recuerde esto, recuerde que el pequeño comercio ha permanecido abierto para cuidarnos.
Volviendo al también denominado paisaje sonoro, ese silencio imperante que ha sido interrumpido por nuestras “vecinas de bronce”, esos instrumentos que cuelgan de torres, campanarios o espadañas, que nos han seguido marcando la vida, la oración y las horas, como llevan haciendo siglos; las campanas.
No puedo olvidar, como hace apenas dos años, surgió una polémica sobre su función y su uso, el cual causaba molestias a uno pocos vecinos y vecinas, y como haciendo caso omiso, aquella “denuncia” cayó en el olvido, para que sigan haciendo su función.
Las campanas no son solo esos objetos que desde lo alto llaman a Misa, o tocan los días en los que se celebra una fiesta religiosa... esa es solo una parte de su función. Ellas marcan el transcurso de la vida de todo vecino y vecina de cualquier ciudad, pueblo o aldea. Son las que durante siglos nos han dicho en qué hora vivimos, en qué momento del día nos encontramos, cuándo cerraban aquellas históricas murallas que nos protegían, o dónde había un incendio. Son las que lloran por voz de todos, son las que cantan, las que avisan, las que espantan tormentas, las que ahuyentan epidemias y pandemias... son LA VOZ MÁS ALTA DE LA CIUDAD. Si somos capaces de acostumbrarnos al tráfico, al trasiego de viandantes, al ambiente de los bares, asociaciones, fallas... somos capaces, no de acostumbrarnos a su voz, sino, a entender su valor e importancia.
Cuando el lunes 16 de marzo, se solicita a todos los templos el toque del Angelus, recuerdo que subí a nuestra torre de los Santos Juanes acompañado por nuestro párroco Don Gonzalo, ataviados con nuestra ya prenda, “la mascarilla” hasta la sala de campanas y desde allí en lo alto conversábamos sobre los que empezábamos a vivir. Haría un inciso sobre esta petición de “tocar el ángelus” pero me espero a que me vuelvan a invitar para escribir unas líneas en nuestra hoja parroquial y hablar sobre esto (ahí lo dejo...)
Tras efectuar el volteo de nuestra Marieta (la campana menor de los portales) me asaltó una idea, prácticamente “un sueño”: Gonzalo, que no organizaremos un toque general para el Domingo de Resurrección? Y claro, como nuestro párroco se lanza a cualquier proyecto... pues a ello que fuimos.
Durante tres semanas y gracias a la ayuda de Don Gonzalo, me puse en contacto con los párrocos de los templos vecinos, invitándoles a tocar de manera organizada (esto puede parecer sencillo, pero repito en que era “un sueño” )ya que cada iglesia lleva sus horarios de Misa.
Recuperando información sobre los volteos generales, que se plasma en la Epacta Valentia, para que todos los sacerdotes supieran que no era una idea mía, sino que es algo que debería hacerse, al menos, cinco veces al año.
Recordaré toda mi vida, ese domingo de abril del 2020, con toda la ciudad en intrigante y triste silencio... todavía me emociono al escribirlo en estos momentos.
Toque de campanas en el centro de Valencia el Domingo de Pascua de 2020
A las 11,30h desde la torre de San Agustín empezó el volteo de las campanas mayores de cada torre, pasando de torre en torre... por fin las tecnología al servicio del hombre y no al contrario!!
A las 12h, tras el rezo del ángelus, comenzó aquel concierto, un macro concierto que nadie pudo obviar... TOTES AL VOL!
Junto a mi compañero y amigo Samuel, desde la torre, oíamos como se iban uniendo una torre tras otra… no os imagináis lo difícil que resulta voltear nuestro afamado Borrego cayéndote las lagrimas de la emoción… hay que vivirlo para entenderlo.
Y ahora digo yo: fue solamente la celebración de la resurrección de nuestro Señor? O quizás fue un canto a la vida? A la vida de aquellos que nos han dejado, a la vida de nuestro equipo sanitario que tanto y tanto han hecho (y seguirán) haciendo por nosotros? O una llamada de un pueblo unido?
Yo quiero que, desde mi posición, se entienda por todo ello. Un canto para los que nos han dejado, por los que nos cuidan y por los que gobiernan y nos deben guiar para salir adelante, por una PAZ REAL Y UNIVERSAL.
Espero que cada vez que oigais una campana, recordéis que son NUESTRA VOZ, que son NUESTRAS GUÍAS, que no molestan, al contrario, que nos cuidan y nos acompañan, sin tener en cuenta nuestras creencias o nuestras ideologías. Son un PATRIMONIO SONORO que debemos cuidar, valorar y proteger.
GABARDA, Vicente
Real Parroquia Santos Juanes Valencia (05-06-2020)
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