Francisco Sánchez. Presidente de la Asociación de Vecinos de Perín
Francisco Sánchez (Perín, 1962) es, como dice él, «de Perín de los de toda la vida». Ahora tiene doble trabajo, aparte de gestionar las tres pescaderías que su familia tiene en Cartagena, está trabajando en las fiestas de su pueblo, que empezaron el 29 de julio y acabarán el lunes. Lleva en la comisión de fiestas desde hace 15 años y siete como presidente de la Asociación de Vecinos. Aun así, asegura que si no fuera por sus vecinos, tendría muchísimo más trabajo: «A ellos les debo la implicación en el pueblo. Siempre que necesitas algo, están ahí y te echan una mano».
- ¿Cómo son las fiestas de Perín?
- Son lo más grande que puede haber en el pueblo. Muchos pueblos ya querrían tener unas fiestas como las que tenemos nosotros. Todo el mundo se involucra y ayuda. Los vecinos son un encanto. Aquí no solo organizamos un baile, como suelen hacer en otros pueblos, sino que tenemos actividades todos los días. Juegos infantiles, conciertos, desfiles...
- ¿Se quedan los vecinos a disfrutar de las fiestas o se van de veraneo?
- No, no. Vienen hasta de otros pueblos cercanos. Esto es una locura. En estos días puede haber fácilmente más de cuatro mil personas en Perín. Es increíble. Digo yo que algo estaremos haciendo bien para que venga tanta gente.
- ¿Cómo afrontan el último fin de semana de festejos?
- Es el más largo y duro de las fiestas. Tenemos una velada de trovos, un baile y el sábado, la tradicional subida del burro al campanario.
- ¿En qué consiste esa tradición?
- Hacemos un desfile y llevamos a un burro de plástico y lo subimos al campanario y luego sorteamos un burro de verdad entre los vecinos.
- ¿De dónde surge esa tradición?
- La recuperamos hace quince años, pero debe tener muchos más, aunque no te puedo concretar cuántos. Surge de un dicho que decía que en lo alto del campanario crecían malas hierbas, como las escaleras eran muy estrechas para subir por allí, se pensó en subir a un burro con una cuerda por la fachada, aunque al final nunca se llegó a hacer.
- Dicen que la gente cree que maltratan al animal.
- Eso dicen, pero es mentira. Subimos a un burro de plástico al campanario, no es de verdad. El que luego rifamos sí que es de verdad. Cuando subimos al animal ves a toda la gente gritando «Lucero, lucero». La emoción que se siente es indescriptible. Esto se ha convertido poco a poco en el símbolo de nuestras fiestas. Estoy seguro de que si yo dejara la presidencia de la Asociación de Vecinos y mi sucesor decidiera dejar de hacer la subida del burro, desaparecerían las fiestas.
- ¿Qué opina de los pueblos en los que sí que maltratan animales en las fiestas?
- A mí no me gusta eso, pero si lo hacen sus razones tendrán. Yo no les haría daño a los animales, pero cada uno es como es. Ahí no puedo entrar.
- ¿Por qué se caracterizan las fiestas de los pueblos en relación a las de las ciudades?
- En los pueblos todo el mundo arrima el hombro y eso se nota. Podrás tener más o menos vinculación, pero los lazos de unión de los vecinos son mucho más grandes que los que existen en las ciudades. Además, en Perín, por ejemplo, se hacen muchas actividades y para todas las edades.
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