La primera pregunta es porqué no se restauraron, en aquello que fuera seguro, los yugos originales, de gran belleza y singularidad y, si no fueran seguros, porqué no se ha reproducido la forma en los nuevos yugos de madera.
La segunda, tan grave como la anterior, y que tiene unas consecuencias imprevisibles para la conservación tanto del edificio como de las campanas, es la introducción del balanceo de las campanas mayores. Debe recordarse que las campanas de volteo, más equilibradas, apenas hacen un esfuerzo lateral del 10% del peso de la campana, mientras que estas campanas, mucho más desequilibradas, ofrecen un esfuerzo mucho mayor. Por otro lado los badajos son mucho más pesados y golpean con más violencia la campana, suponiendo también un peso mayor para el que las asas badajeras no están concebidas.
En cuanto a la seguridad, se han puesto cables de acero a los badajos, innecesarios puesto que, como concepto, las cañas de material plástico no se rompen. De todos modos, si lo hiciesen, la falta de abrazaderas haría que la bola golpease por la boca, hasta romperla o bien hasta que se soltasen los cables.
Tampoco tiene justificación el cambio de lugar de las campanas, intercambiando la de la Agonía por la Prima, modificando una ubicación multisecular.
El conjunto se ha presentado como una sustitución de los campaneros. En consecuencia no hay posibilidad ni de volteo manual (las campanas mayores tienen topes en la rueda que impiden tal movimiento) y tampoco hay elementos auxiliares, como las antiguas palancas que tienen los yugos originales, para iniciar el toque. Igualmente los badajos carecen de ojales para poner cuerdas y repicar.
Tampoco tiene justificación la ubicación de la antigua campana de señales, puesta sobre soportes metálicos ya que hicieron un yugo mucho más corto que las ventanas. Menos aún se entiende que haya sido dotada de un motor de volteo continuo, que no solamente produce un toque repetitivo, sino que daña la campana e impide el control de la misma.
La instalación de unas campanas balanceadas y de las otras volteadas es absolutamente inaceptable, pues mezcla dos maneras de tocar: una binaria (el balanceo) y otra ternaria (el volteo). La solución tradicional era juntar el repique de las campanas mayores (una polirrítmia adaptada a las campanas que giran) con el volteo. Probablemente la Unción (o campana mediana) estaba fija, y el Aguijón (la mayor) podía voltear, aunque indudablemente hacía decenios que no se movía.
En consecuencia no se puede hablar de una "restauración" sino de una reparación, muy bien hecha, pero alejada de los conceptos de una restauración, como son el mantenimiento o reposición de los elementos originales, la conservación de la sonoridad y de los toques antiguos, la reproducción mediante máquinas de los toques tradicionales, y una instalación de mecanismos que no impidan los toques manuales.
Al menos el reloj histórico sigue funcionando mediante remontaje de cuerda manual, y se ha convertido a nuestro conocimiento en el único reloj "de herrero" en activo en las Catedrales de España. Ese importante valor patrimonial añadido debe justificar la conservación de su mantenimiento y su uso.

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